De Corazón a CorazónMuestra

Volver a empezar

Hay una parábola muy particular, que siempre me llamaba la atención, pero que me llevo muchos años entender realmente a lo que se refiere, la parábola de los odres de vino. Jesús explicaba, que no podemos poner vino nuevo en un odre viejo, y no podemos poner vino viejo en un odre nuevo, porque ambas cosas se arruinan, tanto el vino, como el cuero del odre.

Cuando Dios me llamó a servirle lejos de casa, y llegué a esta tierra nueva, donde me regaló un hogar nuevo, nueva iglesia, nuevos amigos, nueva rutina (y sí que fue muy difícil armar una nueva rutina). Todo el primer año, y un poco más, extrañe mucho mi lugar anterior, pase por una depresión, donde Dios tuvo que detener todo lo que yo estaba haciendo, para sentarme en la mesa y charlar con Él. Y, una de las cosas que me explico, es que debía renovar mi mente. No lograba entender a qué se refería con que renueve mi mente, pero entendía que no estaba pudiendo disfrutar y ser feliz en ese lugar nuevo, que Él había preparado para mí, por estar aferrada a lo viejo. Todo a mi alrededor era nuevo, como el odre, pero en mi corazón tenía vino viejo, necesitaba que Dios me renovara por dentro también. Esto pasa en muchas circunstancias de la vida. Por ejemplo, cuando nos mudamos, cuando crecemos y cambiamos de etapa en nuestra vida, cuando nos damos cuenta de que ya no encajamos con determinadas personas, ya que ahora necesitamos juntarnos con gente que nos edifique y nos haga seguir creciendo, etc. A veces nos aferramos a cosas, que Dios quiere que dejemos atrás, no necesariamente, porque sea algo malo, si no, porque estás creciendo.

Oración:

Amado Dios, te doy gracias porque Tú haces nuevas todas las cosas, te pido que renueves mi corazón y mi mente para que pueda disfrutar de todo lo que estás construyendo en mi vida.