Pedro

¿Has visto la película Groundhog Day, o El día de la marmota? En ella el protagonista, interpretado por Bill Murray, vuelve a vivir una y otra vez el mismo día. Realmente hay días que deseamos poder repetir porque han sido buenos o porque hemos hecho algo que quisieramos cambiar, ¿verdad? Así como hay otros que sin duda desearíamos no volver a revivir. ¿Tienes de esos días?

Pedro tuvo varios de ellos. Seguramente el día que Jesús lo llamó a seguirle y cambió no solo su nombre, sino su identidad, mente y corazón haya sido uno de esos memorables. Habrá sido para Pedro un antes y un después, un «De aquí en adelante, no volveré a atrás».

Sin embargo, en Lucas 22:31-34, leemos el comienzo de una serie de días en la vida de Pedro que, seguramente, habrá querido revivir para modificar varios detalles. Allí, vemos una conversación previa a la crucifixión en la cual Jesús lo llama por su viejo nombre, Simón. Pedro entiende que Jesús, en esta situación difícil, le está diciendo: «Vas a reaccionar como lo hacías antes de conocerme».

¿Te ha pasado alguna vez? Momentos en la vida en que piensas y actúas de una forma más parecida a cuando no conocías a Cristo, o anterior a un período de madurez y transformación? A veces actuamos como “antes”. Esos son momentos desalentadores, que nos hacen pensar: «¿De veras soy cristiano?» «¿Me estoy engañando a mí mismo?».

Lo increíble de esta conversación entre Jesús y Pedro es que Dios nos deja algo en claro: Él no necesita repetir el día para darle una nueva oportunidad a Pedro, ni a nosotros. Jesús ya sabía lo que Pedro iba a hacer. Dios sabe cuándo, dónde y cómo vamos a pecar y fallarle. Él sabe todas las cosas.

Imagínate a Pedro cuando hizo lo que Jesús le había advertido. La Biblia nos dice que Pedro “…lloró amargamente”. Lo bueno es que no esperó mucho antes de arrepentirse. No dice: «5 años después, Pedro reaccionó». En realidad reaccionó rápidamente. ¿Cuánto tiempo vas a esperar para reconocer tu pecado?

La realidad es esta. El único que nunca falla es Cristo. En 2 Timoteo 2:13 dice: “Si somos infieles, Él permanece fiel”. Esa es la esencia del cristianismo. Jesús ya pagó por todos tus pecados fielmente en la obra de la cruz. ¿Sabes lo que sostiene nuestra relación con Él? La fidelidad. Pero no la nuestra, ¡sino la Suya!

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