El Dios que RestauraMuestra

El Anuncio del Nacimiento de Jesús

Lectura: Lucas 1:26-45

Devocional: Lucas 1:30-33 NVI

—No tengas miedo, María; Dios te ha concedido su favor —le dijo el ángel—. Quedarás encinta y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Él será un gran hombre, y lo llamarán Hijo del Altísimo. Dios el Señor le dará el trono de su padre David, y reinará sobre el pueblo de Jacob para siempre. Su reinado no tendrá fin.

En el Texto

María fue una mujer que se rindió a la voluntad de Dios y sacrificó sus planes para obedecer al Señor. María fue escogida por Dios para hacer algo que nadie más en la tierra había sido ni será llamada a hacer. María se mostró valiente ante el anuncio de este ángel del Señor que cambiaría su vida. Estaba "muy turbada" y se preguntaba por el significado del saludo del ángel. No se nos dan otras descripciones de los pensamientos o sentimientos de María en ese momento. Pero aunque tenía dudas, estaba dispuesta a entregar su vida al plan milagroso de Dios.

Dios es tan clemente que planificó perfectamente el embarazo inesperado de Elisabet para que coincidiera con el de María. El embarazo de Elisabet fue sorprendente, el de María fue milagroso. María tenía una pariente a quien acudir, alguien quien también había recibido un llamado específico del Señor. Dios les proveyó a ambas mujeres una amiga en quien apoyarse. Si bien María tuvo que entregar su vida y su futuro al Señor, Él no la dejó sin apoyo ni comunidad.

La postura y la humildad de María ante el Señor muestran a lo que debemos aspirar en nuestro camino de fe, especialmente en la temporada de Adviento. María recibió un anuncio impactante de un mensajero de Dios, y ella lo recibió con una gran fe. Se ofreció ella misma totalmente al Señor, creyendo que lo que Dios había dicho pasaría. Elisabet reconoció el milagro también, y bendijo a María diciendo: “Y bienaventurada la que creyó, porque se cumplirá lo que le fue dicho de parte del Señor.” (Lucas 1:45).

Como adolescente, recién embarazada y lejos de casa, María seguramente se sintió estresada mientras esperaba el cumplimiento de la promesa de Dios. Sin embargo, incluso en la dificultad, enfocó su corazón en la promesa de Dios, creyéndole. Que nuestros corazones estén tranquilos y humildes a medida que nos acercamos a la Navidad. Que nosotras, como María, creamos en las promesas de Dios y descansemos en Su soberanía.