Día 5 - Oración

Colosenses 4:2 Dedíquense a la oración: perseveren en ella con agradecimiento.

En palabras sencillas: orar es hablar con Dios. Es importante que sepas que Dios te escucha y se preocupa por ti, por eso quiere que empieces a hablar con Él de forma constante.

La oración es algo poderoso: es hablar el lenguaje del Cielo. Imagina que orar es como cuando aprendiste a decir tus primeras palabras siendo niño. No sabías muchas palabras y las pronunciabas con mucha dificultad, ¡pero a tus padres les emocionaba tanto escucharte cuando decías algo remotamente parecido a las palabras reales! Seguiste practicando esas palabras poco a poco, hasta que pudiste pronunciarlas con mayor claridad y luego aumentaste intencionalmente tu vocabulario. Lo mismo se aplica a tus oraciones. Quizá en este momento solo sabes decir: "Gracias, Dios" o "Te necesito". ¡Esas son oraciones poderosas! Pero no te detengas allí, sigue avanzando.

Una de las razones por las que ayer hablamos de nuestra Biblia es porque los versículos son excelentes oraciones que también nos ayudan a orar mejor. Intenta retomar tu lectura diaria de la Biblia y volverla parte de tu oración a Dios.

Apartar un horario específico todos los días para orar te ayudará a ser constante y, de ese modo, la oración se convertirá en una prioridad en tu vida. Una de las grandes ventajas de la oración es que también puedes hablar con Dios a lo largo del día. La Biblia incluso nos anima a “orar continuamente”.

Cuando no estés seguro de dónde empezar, empieza con agradecimiento. ¡Podemos agradecer a Dios por tantas cosas y siempre es bueno recordar lo bueno que Él ha sido con nosotros! Tómate el tiempo necesario para escuchar en silencio lo que Dios te dice. Al igual que en una buena conversación, hablar es solo una parte de la actividad. Toma nota de estas ideas y escríbelas en tu reflexión diaria, para que así un día puedas mirar hacia atrás y veas la fidelidad y la guía de Dios en tu vida.

Construye: 1 Tesalonicenses 5:16-18, Filipenses 4:6 o Salmos 145:8

Oremos – Dios mío, gracias por querer hablar conmigo. Yo también quiero hablar contigo. Ayúdame a entregarme en oración. Ayúdame a poner atención en las áreas que puedo traer a Tu presencia y ayúdame a mantener un corazón siempre agradecido. En el nombre de Jesús, Amén.