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La verdad de quién es Él

Toda apreciación de la realidad se desarrolla a partir de información. Es decir, nuestro punto de vista depende de lo que escuchamos y vemos. Nuestra perspectiva alimenta las decisiones que tomamos y la opinión que nos formamos de los hechos. De modo que podemos relacionar las diferentes etapas que marcaron al mundo a lo largo de la historia con las filosofías imperantes de su época.

En nuestros días, la información viaja en segundos. Lo que sucede al otro lado del planeta es conocido por casi todos en unos instantes. Y podemos estar en contacto con personas, acontecimientos y lugares como nunca había sucedido.

Esta gran disponibilidad de información nos debería permitir formar una opinión más clara de nuestro mundo, pero con frecuencia sucede lo contrario: el sistema de este mundo, junto con la naturaleza caída de la humanidad, genera información falsa o manipulada cuyo único fin es mantenernos en temor. Solo cuando estamos seguros de que la fuente de información es veraz, podemos confiar totalmente en lo que se dice y tener esperanza. De otra manera, podríamos quedar confundidos.

Así sucedió cuando Jesús se reveló a sus discípulos. En medio de la gran conmoción que había generado su presencia y el poder de Dios que manifestaba, la gente a su alrededor estaba confundida. Muchos creían en Él al ver los milagros, otros dudaban y sus discípulos no eran la excepción: batallaban entre las voces del mundo y lo que ellos mismos pensaban de Él.

Por eso, el Señor en varias ocasiones les dijo quién era Él. Les reveló su identidad al decirles que Él es la Verdad y la única manera de llegar a Dios. No hay otra puerta para tener acceso al Padre y ser libres del pecado. Por cuanto somos humanos, todos hemos pecado, y el pecado nos esclaviza y separa de Dios hasta que tenemos la oportunidad de conocer a Jesucristo. Al aceptarlo en nuestra vida podemos ser libres. Su muerte en la cruz ha pagado el precio de nuestra libertad, ahí llevó la carga de nuestros pecados y a través de su sangre derramada se ha cancelado la condena que teníamos de no poder dejar de pecar.

Gracias Jesucristo porque hoy tengo la oportunidad de conocerte y seguirte como el Señor de mi vida. Yo reconozco que eres la Verdad y que solo por ti podemos tener acceso al Padre. Permíteme tener el momento y la manera de poder compartir esto con las personas que amo.