Corazón, Alma Y Mente: Vive El Gran MandamientoMuestra

Una vez que nos sumergimos constantemente en las prácticas para amar a Dios con todo nuestro corazón, con toda nuestra alma y con toda nuestra mente, ¿qué debe suceder? Debemos dar fruto. Esto es algo visible, algo que comenzó por dentro y se llega, eventualmente, a notar por fuera. Así como el árbol del Salmo 1, que estaba junto a las corrientes de aguas, dará su fruto y su hoja no va a caer, así debe notarse ese “fruto” en nosotros. Es el producto de lo que está sucediendo por dentro a medida que vamos intencionalmente fortaleciendo todo nuestro espíritu. Cuando empezamos a relacionarnos espiritualmente con Dios, empieza a suceder un despertar en nuestros corazones.

Ejemplos bíblicos de fruto:

• Pedro (después de negar a Jesús tres veces) predica a una gran multitud en Hechos 2:14-41. Pedro pasó de ser discípulo y de escuchar las prédicas de Jesús, a enseñar y predicar él mismo a otros.
• Pablo (después de haber perseguido a la iglesia) hace viajes misioneros, visita iglesias, les enseña y les exhorta, y también hace discípulos. (Libro de Hechos).

Existen tres tipos de fruto:

1. Llevar la palabra y compartirla a otras personas. Romanos 16:5; Colosenses 1:3-6
2. Persona transformada. Romanos 6:22; Gálatas 5:19-23.
3. Recursos hacia Dios para hacer su obra (tiempo, dinero, talentos) Filipenses 4:17, 2 Timoteo 2:16. El tiempo y el talento son básicos como parte del servicio y recurso para hacer la obra de Dios.

Ejemplos de lo que no es un fruto:

• Religiosidad
• Asistir a la iglesia (sólo por la costumbre)
• Escuchar música cristiana (sin el propósito de adorar o llenarse más de Dios)
• Estar involucrado en actividades de la iglesia (sólo por compromiso o costumbre)
• Ser buena gente, ayudar a los demás (el ser buena persona debe ser con intención de mostrar el amor de Dios).

El fruto que vamos a dar siempre va a hablar más fuerte que nuestras palabras. Nadie puede negar que un árbol es de manzanas, si las manzanas son visibles. Entonces no necesitamos de la ayuda de nadie más para dar buenos frutos, con el Espíritu Santo en nosotros es suficiente.

Cuando en su corazón existe la perseverancia a través del tiempo, de ir una y otra vez hacia la Palabra de Dios, la oración, la meditación, es lo que marca la diferencia y nos va a llevar a dar mucho fruto. Permanezcamos en Él. En esa meditación y oración, Él nos va a ir hablando y diciendo lo que debemos hacer y, cuando pase, ¡ponga manos a la obra! Ese es su fruto.

En Mateo 13, podemos leer la parábola del “Sembrador”, Jesús la explica a partir del versículo 18, espero que la pueda leer completa y reflexione ¿en cuál tierra se encuentra su semilla siendo plantada para dar fruto? Lo reto a que hoy empiece a orar con estos versículos y le pida a Dios que lo haga un productor de fruto hasta el 100%. Qué terrible que lleguemos al cielo y nos demos cuenta de que estábamos hechos para mucho más aquí en la tierra, que Él tenía mucho más preparado para nosotros, pero no quisimos ir más allá, no nos esforzamos por plantarnos y crecer en buena tierra y, por lo mismo nos perdimos de todo. ¡Demos mucho fruto! Y cuando lleguemos al cielo, seamos de los que llegan emocionados por ver a Dios y que Él nos diga: “Bien hecho, buen siervo fiel, sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré, entra en el gozo de tu señor”.

¿Ha sido útil este plan? Hemos adaptado este plan del libro “Corazón, Alma y Mente” por Rebeca Conejo Solano, puedes conseguirlo en el siguiente enlace https://a.co/d/gqtiuCz para cualquier parte del mundo, en todos los formatos (físico, digital o audible).