Fuimos Perdonados Para PerdonarMuestra

No te esclavices de nuevo, perdona

No tiene ningún sentido aferrarte a la falta de perdón, es imposible que puedas gozar a plenitud del amor de Dios, revelado en su Hijo Jesús, si has permitido que en tu corazón se enraice la amargura que produce el no perdonar a quien te ha ofendido.

Ten presente que aunque hijos de Dios, vamos a seguir fallando, vamos a decepcionar a otras personas y de la misma forma, nosotros también vamos a seguir siendo ofendidos por otros y también vamos a ser decepcionados. Aunque por el Espíritu, no somos dominados por la naturaleza caída, esta sigue ahí; aún no hemos sido perfeccionados conforme a la gloria de Jesús, y mientras sigamos en este mundo, vamos a tener que entrenarnos cada día, conforme al Espíritu, para dominar la carne.

El perdonar se convierte en un instrumento divino, a través del cual seguiremos creciendo en la perfección del amor de Dios. Tenemos dos alternativas al momento de ser ofendidos: perdonar y avanzar en el conocimiento del amor de Dios, o no perdonar y ser esclavos de la amargura. Igualmente, tenemos dos alternativas al momento de ofender a otros: reconocer que pecamos, pedir perdón y crecer en humildad conforme a Jesús; o no pedir perdón, y ser esclavos del orgullo.

En ambas circunstancias la primera opción siempre será mejor, porque nos lleva a Cristo; mientras que en ambos casos la segunda opción, lleva al estancamiento, a perdernos el privilegio de conocer más a nuestro Padre y su Hijo Jesús. En términos generales, siempre saldrá perdiendo quien determine esclavizarse a la falta de perdón o la culpa; sería ir en contra de la gracia que Jesús nos otorgó cuando dio su vida por nosotros.

Si neciamente nos empecináramos a aferrarnos a las ofensas que hemos recibido o las ofensas que hemos ejercido en contra de otras personas; estaríamos actuando en contraposición al amor que decimos conocer y hemos recibido de parte de Dios. No hay lugar para el odio ni la culpa en un corazón regenerado conforme al de Jesús.

Jesús te hizo libre, no te esclavices de nuevo; más bien, perdona. No te encadenes a la amargura que produce la falta de perdón. Recuerda: en un corazón regenerado no hay lugar para el odio, odiar es como asesinar. Si no perdonas a quien te ha ofendido, todo empeorará; y lo peor, serás tú quien saldrá perdiendo.

No te esclavices de nuevo, pide perdón; no te encadenes a la culpa, libérate y libera a quienes hayas ofendido a través de la gracia que te cubre. Dios se encargará a través de su poder, de desatar toda atadura y romper toda cadena que pretenda esclavizarte; es el don de la libertad que has recibido, producto del sacrificio de Jesús.