Perdona lo que ya Cristo perdonó

Desde muy pequeña, este texto bíblico se convirtió en mi oración diaria al levantarme. Hoy puedo confesarles que no ha sido fácil vivirlo.

Nos cuesta ser conscientes de nuestros propios errores, tal como lo dice Jeremías 17.9: “Engañoso es el corazón del ser humano. ¿Quién podrá conocerlo?”, porque ni nosotros mismos conocemos las intenciones más internas de nuestro corazón. Pareciera que el orgullo se mete en las fibras del ser y hasta se disfraza de humildad.

Quizás por esa razón, los errores del pasado generan sentimientos de culpabilidad muy difíciles de manejar. Se pasa por procesos de negación y luego es posible hasta proyectar la culpa a alguien, porque no nos perdonamos a nosotros mismos el haber fallado.

Por eso, la oración en este salmo es muy importante y puede ser una linda “receta para la vida”. Primero, pídele a Dios que abra tus ojos para ver esas faltas que dañan a otros o a ti mismo, porque si no somos conscientes de esas faltas, no somos capaces de arrepentirnos y separarnos de ellas. Lo segundo es pedir perdón a Dios; tercero, pídele que te guarde del orgullo, que no te domine; y cuarto, ruega al Señor que tus palabras y tus pensamientos sean del agrado de Él. Esa es la clave para iniciar un cambio total de vida: perdonar lo que ya Cristo perdonó.