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Perdona nuestras ofensas

Por la misericordia de Dios, podemos recibir el don del perdón de nuestros pecados. Pero, ¿cuán grandes son las misericordias de Dios? El rey David, muy favorecido por Dios, necesitaba la misericordia de Dios. Había pecado contra Dios demasiadas veces. Aunque las Escrituras describen a David como un hombre conforme al corazón de Dios (Hechos 13:22), no era perfecto. A lo largo de su vida, codició, robó, cometió adulterio, asesinó y fue orgulloso, pero Dios lo perdonó porque se arrepintió de sus pecados y pidió misericordia.

Dios perdona incluso a reyes malvados como Acab. Después de que Dios reprendiera a Acab por medio del profeta Elías el Tisbita, que señaló los muchos pecados e idolatría del rey, el rey Acab se humilló ante el Señor. Gracias a ello, Dios permitió que Acab viviera el resto de su vida sin ver calamidades (1 Reyes 21:20-28).

Otro profeta describió a Dios de esta manera: «¿Qué otro Dios hay como tú, que perdona la maldad y olvida el pecado del remanente de su pueblo? Tú no guardas el enojo todo el tiempo, porque te deleitas en la misericordia» (Miqueas 7:18 RVC). El perdón es eficaz gracias al poder de la infinita misericordia de Dios.

En el Padre nuestro, Jesús nos enseñó no solo a buscar el perdón, sino a perdonar. Al concluir la oración, recalcó la importancia del perdón en nuestra relación con Dios. Jesús modeló su obediencia a este mandamiento para nosotros. Oró por los que lo crucificaron, diciendo: «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen» (Lucas 23:34). Cuando nos arrepentimos sinceramente, Dios nos perdona, ya sea que actuemos por ignorancia, como hicieron los soldados, o con pleno conocimiento de nuestro pecado, como hicieron Acab y David. Su misericordia y su amor cubren multitud de pecados.

Por la sangre de Jesús, hemos sido redimidos, perdonados de nuestros pecados y ahora somos hijos de Dios. Reconocemos que formamos parte de la familia de Dios y oramos desde nuestra posición de hijos e hijas. Estamos dotados del poder de perdonar a quienes pecan contra nosotros. Juan 20:22-23 afirma que, por el Espíritu Santo, tenemos autoridad para perdonar los pecados de los demás, esto incluye a los que pecan contra nosotros. Más que solo recibir la bendición de la misericordia de Dios, servimos como canales de su misericordia para los demás. Al cumplir el mandato de perdonar a los demás, nos ocupamos de los asuntos de nuestro Padre.