Bendiciones Espirituales en CristoMuestra

Bendiciones Espirituales en Cristo

En este primer devocional, Pablo comienza la carta a los Efesios con una rica expresión de alabanza a Dios, destacando las bendiciones espirituales que recibimos en Cristo. Él nos llama la atención hacia una realidad espiritual muy profunda al declarar que Dios “nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo”. Para entender completamente el significado de esta declaración, necesitamos explorar lo que Pablo quiere decir con “lugares celestiales”.

El término griego para "lugares celestiales" es epouranios. Esta palabra se compone de "epi", que significa "sobre" o "por encima", y "ouranos", que significa "cielo" o "paraíso". Por lo tanto, epouranios se refiere a los "lugares celestiales" o "regiones celestiales", y se utiliza para describir una esfera espiritual por encima de la esfera terrenal, un reino de existencia que está más allá de lo visible y físico. Cuando Pablo dice que hemos sido bendecidos "en los lugares celestiales", nos está diciendo que nuestras bendiciones en Cristo no son solo terrenales o temporales, sino espirituales y eternas.

Estas bendiciones espirituales incluyen todo lo que recibimos de Dios a través de Cristo: gracia, paz, redención, adopción como hijos, perdón de pecados, sabiduría, revelación y la presencia del Espíritu Santo. Estas bendiciones no están limitadas por las circunstancias de este mundo o por las dificultades que enfrentamos en nuestra vida cotidiana. Están arraigadas en los lugares celestiales, lo que significa que son seguras, inmutables y eternas. Dios nos ha bendecido en una esfera donde la corrupción, la muerte y el pecado no pueden llegar, asegurándonos que, independientemente de lo que suceda aquí en la Tierra, nuestras bendiciones en Cristo están garantizadas.

Pablo enfatiza que estas bendiciones espirituales son “en Cristo”, destacando la unión que los creyentes tienen con Él. Porque estamos en Cristo, participamos de todo lo que Él conquistó, desde Su victoria sobre el pecado y la muerte hasta Su ascensión a los lugares celestiales. Nuestra unión con Cristo nos coloca directamente en el centro de las bendiciones que Él recibe del Padre, y estas bendiciones nos son dadas por pura gracia y amor de Dios, no por ningún mérito nuestro.

En los versículos siguientes, Pablo habla de cómo Dios “nos escogió en Él antes de la creación del mundo para que fuéramos santos y sin mancha delante de Él”. Esta elección es una parte integral de las bendiciones espirituales en los lugares celestiales. Dios, en Su soberanía, determinó que, a través de Cristo, seríamos rescatados y restaurados a la santidad y la perfección. Fuimos escogidos para ser apartados, para ser santos, una palabra que significa “apartados para Dios”. Esta santidad no es algo que alcancemos por nosotros mismos, sino que es el resultado de la obra redentora de Cristo en nuestras vidas, que nos hace irreprochables ante los ojos de Dios.

Pablo también menciona que Dios nos predestinó para ser adoptados como hijos. Este acto de adopción es otra bendición espiritual en los lugares celestiales, pues no solo nos hace parte de la familia de Dios, sino que también nos confiere todos los derechos y privilegios de hijos. Somos herederos con Cristo, recibiendo una herencia que es eterna, reservada para nosotros en los lugares celestiales.

Por lo tanto, al reflexionar sobre estas verdades, somos llamados a vivir con la conciencia de que nuestras bendiciones son mucho más que terrenales. Son espirituales y celestiales, aseguradas por Dios e inquebrantables ante cualquier circunstancia terrenal. Que podamos vivir en gratitud y alabanza, reconociendo que, en Cristo, hemos sido bendecidos con toda bendición espiritual en los lugares celestiales.