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Tiempo al Tiempo

¡Qué muchos adagios hay con relación al tiempo! “No por mucho madrugar amanece más temprano”, “Al mal tiempo buena cara”, “Lo mejor que hizo Dios fue un día detrás del otro”, etc. Podríamos hacer una buena lista de ellos. Pero, más que un adagio o refrán, encontramos en la Biblia muchas expresiones que también nos hablan acerca del tiempo.

Por ejemplo, el rey Salomón escribió en Eclesiastés estas sabias y populares palabras, “Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora" (3:1). Esta expresión hace referencia a que en la vida hay tiempo para todo. Estaremos de acuerdo en que, aunque esas son palabras sabias, no nos son del todo agradables, porque no solo mencionan los tiempos buenos, de bendición, de poseer, de vida, sino que también incluyen los tiempos menos deseados.

Conociendo Jesús cómo quieren apoderarse de nosotros las preocupaciones y los afanes del tiempo que aún no ha llegado, nos da su divino consejo, “Así que, no os afanéis por el día de mañana, porque el día de mañana traerá su afán. Basta a cada día su propio mal" (Mt. 6:34).

¿Has escuchado en algún momento la expresión: “Dale tiempo al tiempo”? El niño es intranquilo y desinquieto y escuchamos esa frase: “Espera porque ya madurará, ya crecerá, dale tiempo”. Esa expresión lleva consigo el concepto de la paciencia, y nos habla de la importancia de saber esperar.

Esa espera no siempre es fácil de sobrellevar, sobre todo porque estamos muy condicionados a lo rápido, a lo expreso, al ya y al ahora. Cuando oramos quisiéramos que la respuesta llegara de inmediato. Jesús nos dijo: “Pedid y se os dará” y tenemos la mano extendida mientras miramos el reloj preguntándonos por qué tarda tanto.

Darle tiempo al tiempo, es esperar con paciencia y saber que ese tiempo que está transcurriendo es para bien. Algo está haciendo Dios, hay fichas que se están moviendo, hay pasos que se están dando en las esferas celestes que van a conducir a bendición. En muchas ocasiones lo más sabio es darle tiempo al tiempo.

Y, en lo que esperamos, descansemos en la certeza de que Dios está en control. Cuando haya llegado el tiempo de la sanidad miraremos hacia atrás y nos gozaremos de cómo Dios nos ayudó y nos sostuvo. Esperemos con paciencia y digámosle a nuestra alma: “¿Por qué te abates, oh alma mía, y te turbas dentro de mí? Espera en Dios; porque aún he de alabarle, Salvación mía y Dios mío" (Sal. 42:5).