Cambio, Conectarnos Con Nuestra EsenciaMuestra
Me imagino que en esa época de persecución en la que los hermanos eran visitados por diferentes personas había mucha suspicacia. Quizás algún hermano habría dicho, ¡Pablo fue perseguidor de la Iglesia en su pasado! ¿Cómo no le vamos a pedir credenciales? Pero Pablo le responde, estuve un año y medio con ustedes (Hechos 18) , ¿tengo amigos íntimos entre ustedes que dan fe de mi y me pides una carta?
A veces nuestras heridas del pasado, nuestros prejuicios o nuestras tradiciones nos hacen valorar más los títulos pasados que las nuevas realidades. Quedarse en el pasado es una maldición que no te permite relacionarte con el presente.
El prejuicio o la condena humana se especializa en eso; Nos hace incapaces de ver lo que Dios ha hecho en el otro y por lo tanto nos impide recibir de él o ella, nos estancamos en un pasado obsoletos y no podemos ver en lo que se convirtió la otra persona por la Gracia de Dios.
Un autor decía que antes de escribir un libro una persona debe convertirse en el libro que va a escribir, y Pablo les diría, es bueno que una carta hable de uno, pero es mejor convertirse en la carta.
Otra hermosa verdad es que a veces creemos que el cambio es un hecho histórico, algo que pasó en el pasado. Pero en Dios, el cambio siempre es presente, Pablo nos dice...mis cartas son vuestros corazones palpitantes.
Se me ocurre que si Pablo hubiera confiado en sí mismo para hacer ese tipo de cambio hubiera escogidos dos caminos. Uno, reproducir pequeños “pablitos” con sus mismas taras y defectos. Dos, generar una dependencia tóxica por medio de un cordón umbilical espiritual que no les de libertad. En ambos casos hubiera fallado miserablemente.
Pero él, como había sido divinamente capacitado por medio de Cristo para hablar de una alianza nueva, se sabía plantador de una semilla que no era suya y confiaba que esa semilla tenía el poder para germinar con la fuerza del Espíritu superando la emoción de un encuentro de domingo para desarrollar un proceso de crecimiento que pueda mantener latiendo un corazón.
Quizás uno de nuestras peores fallas cuando queremos gestar un cambio en otros es atarlos a nuestra propia capacidad, conveniencia o destino, cual mesías de barro. El mejor gestor del cambio es el que conecta a las personas con la presencia y esencia eterna que da vida.
Con qué ojos miramos al otro ¿lo miramos como Dios lo ve? ¿podemos ver el obrar divino en su vida?
¿Qué cambio pretendemos lograr en los demás? ¿Uno a nuestra imagen y semejanza?
Que Dios nos conceda abrazar una relación transformadora que invite a los demás a conectar sus corazones con el único Espíritu que les puede dar vida. Amén
Escrituras
Acerca de este Plan
¿Y si te dijera que cambiar no se trata de prepararnos para el futuro, ni tiene que ver con el tiempo como lo conocemos? Acompáñame en descubrir un nuevo paradigma donde cambiamos para ser la persona que siempre fuimos para Dios.
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Nos gustaría agradecer a Australis por proporcionar este plan. Para obtener más información, visite: australiszone.org