Misioneros en El Mercado LaboralEjemplo

Día 2: Mi carrera profesional no es mía, mi negocio no me pertenece

Cuando tenía poco más de 20 años, escribí un plan de carrera con más de 10 páginas. Incluía gráficos con autoevaluaciones, características de líderes que admiraba y metas profesionales hasta después de mi jubilación. Mi mayor sueño en ese momento era conseguir un trabajo en Estados Unidos.

Después de varios años de esfuerzo, finalmente recibí la oferta para mudarme y trabajar en EE.UU. Era lo que más deseaba, pero antes de aceptar, sentí la necesidad de orar y reflexionar. A pesar de que era una decisión lógica, sentía una inquietud. Tras mucho tiempo buscando dirección en Dios, entendí que su propósito era que permaneciera en Brasil.

Acepté otra oferta dentro de la misma empresa y me mudé a São Paulo. Allí, empecé a congregarme en una nueva iglesia y conocí a una joven que, casualmente, era mi vecina. Nos hicimos mejores amigos, empezamos a salir y nos casamos conforme a la voluntad del Señor. Hoy tenemos un hijo. Si hubiese seguido mi plan original, jamás habría conocido al amor de mi vida.

Jesús no es solo un invitado en nuestras carreras y negocios; Él es el dueño. Nosotros decimos "mi carrera" o "mi negocio" por una cuestión de lenguaje, pero, en realidad, todo es de Dios. Si invertimos en nuestra carrera para ser mejores profesionales y glorificar a Dios con excelencia, ¡eso también es inversión misionera!

Oremos juntos:

"Jesús, Rey de reyes y Señor de señores, todo Te pertenece: mi vida, mi familia, mi carrera y mis relaciones. Gracias por confiarme estas bendiciones y permitirme administrarlas para Ti. Que todo lo que haga sea para que Tu nombre sea conocido y exaltado en mi ciudad, mi país y en las naciones. Que yo pueda invertir toda mi vida en las causas de Tu Reino. En el nombre de Jesús, amén".