Esperanza en Medio De La IncertidumbreSample
Nuestra esperanza
El otro día me encontré a mí misma saliendo por la puerta de mi casa, con lágrimas en los ojos, caminando lo más rápido que podía hacia una zona de campo que tenemos cerca, en busca de paz. Huía de mis problemas, huía de mi apartamento, huía del confinamiento, huía de las restricciones nuevas y huía de todas las consecuencias que este virus ha traído.
Allí, mirando al campo, intentando tranquilizarme, recordé (o Alguien me recordó) lo siguiente “en delicados pastos me harás descansar, junto a aguas de reposo me pastorearás.” En un segundo, mi mente saltó al futuro, a ese momento en el que por fin me reuniré con Jesús, y esa promesa del salmo 23 se hará realidad. Un día estaré con Jesús y caminaré con él junto a un río, nos sentaremos sobre el césped y haremos un picnic con uvas, vino y queso.
Esa es nuestra esperanza como cristianos. Vivir en el cielo con Jesús. No cambia nuestro presente más inmediato. No significa que no suframos o que no podamos estar tristes. No. En esta Tierra lloraremos lo que haga falta y nos angustiaremos hasta el punto que sea necesario. Pero lo haremos con una esperanza interior que brilla como una pequeña llama bajo la lluvia. La esperanza de que tendremos un futuro mejor y que lo que muchos ven como el fin, para nosotros es un principio, lleno de colores, de alegría y de amor. Lleno de Jesús.
Recuerda que tu verdadera nacionalidad no es la española, la colombiana o la mexicana (o la que te corresponda a ti). Tu verdadera nacionalidad es la cielo-ana (jaja, si me permitís la expresión). No lo tienes documentado en tu pasaporte, pero tu corazón y el libro de la vida sí, y están marcados con el sello de la sangre de Jesús, que te ha salvado y te ha comprado la entrada al lugar paradisíaco en el que pasaremos la eternidad.
Las condiciones que ahora te limitan y te hacen sufrir, en el cielo no existirán. El virus que te ha mandado al hospital y te trae dolor a cada parte de tu cuerpo, la cuenta bancaria que se ha quedado temblando, las discusiones con tu hermano o con tu pareja. En el cielo ya no habrá dolor, ni dinero, ni enfados, ni ansiolíticos. Por eso es importante que mientras intentas manejar tu vida aquí abajo lo mejor que puedes, mantengas la perspectiva de tu nacionalidad verdadera.
Fija los ojos en la eternidad, para darle sentido a tus pasos en la Tierra. Así, tendrás más amor para dar, más fe para compartir y la fuerza de Dios para combatir con esperanza las dificultades que esta vida te ponga por el camino.
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