El Tamaño De La FeSample
El tamaño de la fe
Cuando Jesús oró al Padre por el milagro de la resurrección de Lázaro, dijo: “Padre, gracias te doy por haberme oído. Yo sabía que siempre me oyes” (Jn. 11:41-42). ¡Qué palabra de fe! Porque la resurrección no se había efectuado, aún no le había llamado para que saliera de la tumba y ya Jesús le había dado gracias al Padre por haberle oído.
¡Qué convicción! Este es un magnífico ejemplo para confirmar lo que nos dice la Palabra de Dios acerca de la fe. “Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve” (Heb. 11:1).
Podríamos argüir acerca de la fe de Jesús, diciendo que Él es el Hijo de Dios, ¿cómo no iba a tener fe en su Padre? Y, en cierta manera tendríamos razón. La comunión de Jesús con el Padre, su tiempo de intimidad y oración, su fe extraordinaria, su poder liberador y sanador eran antesala a sus grandes obras y milagros.
En una ocasión, Jesús le dijo al padre de un joven endemoniado: “Si puedes creer, al que cree todo le es posible” (Mar. 9:23). Como vimos en la reflexión anterior, nos damos cuenta que las palabras de ese hombre son una gran paradoja, pareciera contradecirse él mismo. “Creo; ayuda mi incredulidad”. Pero realmente estaba exponiendo con toda sinceridad que, aunque creía que Jesús podía hacer el milagro, tenía dudas en su corazón.
¿No nos pasa a todos? Clamamos creyendo en el Dios Todopoderoso y le decimos a Dios que sabemos que Él puede hacer lo que le estamos pidiendo. Pero luego llega la duda y pensamos si será la voluntad de Dios, si no pasará nada, si debemos tener más fe.
Hubo un momento en el que los apóstoles del Señor le dijeron: “Auméntanos la fe.” Creo que por esa razón y conociendo Jesús que pudiéramos estar pensando en diferentes medidas de fe, Jesús les contestó: “Si tuvierais fe como un grano de mostaza, podríais decir a este sicómoro: Desarráigate, y plántate en el mar; y os obedecería” (Lc. 17:5-6).
Cuando seguimos indagando en este importante asunto de la fe, nos encontramos con los apóstoles que enfrentaron una tormenta, y que temblaron de miedo, aun cuando sabían que Jesús estaba con ellos. Su temor se dejó ver con toda claridad en la frase: “Maestro, ¿no tienes cuidado que perecemos?".
Entonces leemos: “Y levantándose, reprendió al viento, y dijo al mar: Calla, enmudece. Y cesó el viento, y se hizo grande bonanza. Y les dijo: ¿Por qué estáis así amedrentados? ¿Cómo no tenéis fe?”. Jesús no les habló de mucha o poca fe, creo que Jesús se refería a la seguridad que debía proveerles su presencia en la barca.
Jesús estaba con ellos, podían confiar y esperar en Él. Y esa debe ser nuestra fe, independientemente que el milagro se haga o no una realidad, que la petición sea contestada, Jesús está en nuestra barca, Él está con nosotros. Y cuando oramos podemos decirle al Padre las mismas palabras que le dijo Jesús: “Yo sabía que siempre me oyes".
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Lo que nos pasa, El Hallazgo, Con los ojos en la cabeza, Bajo su Luz, Un bocado cada día 1,2,3 Acércate más para oír, De la mano de Dios
Agradecimiento especial a Jonathan Riddering por su colaboración en el arte gráfico.
About this Plan
En el escenario de la vida cristiana escuchamos hablar de los gigantes de la fe que vieron grandes portentos y milagros divinos. Ante ellos pareciera que nuestra fe es mucho más pequeña que un grano de mostaza. Tal comparación puede llevarnos a la frustración. En este plan veremos que más importante que el tamaño de la fe, es la fe que descansa en el poder del Todopoderoso.
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