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Palabras Desde El CieloSample

Palabras Desde El Cielo

DAY 3 OF 5

Silencio

El ruido del mundo a través de los sistemas de comunicación, que cada vez son más diversos y que penetran con mayor presencia nuestras vidas, en muchas ocasiones nos dificulta escuchar las cosas que nuestra alma necesita. Mañana, tarde, y noche llegan a nuestros oídos voces, unas más altas que otras, que llaman nuestra atención.

Sonidos que se van acomodando, buscando llenar los espacios de nuestra vida sin que nos percatemos como debiéramos, de que hay otros sonidos importantes que necesitamos escuchar. Nuestro ser tiene sed de momentos de quietud, de tiempo de silencio. Tiempo en el que nuestros oídos espirituales puedan escuchar la voz de Dios, su dirección, su consejo.

El rey David declaró: “Guarda silencio ante Jehová, y espera en Él" (Sal. 37:7). La oración nos brinda la oportunidad de alejarnos de los ruidos del mundo, de las muchas voces, para centrarnos en Dios. El silencio nos proporciona el escenario perfecto para que seamos mejores receptores de la voz de Dios.

Hay creyentes que tienen su “vida cristiana” tan ajetreada que escasamente tienen tiempo para hacer silencio delante del Señor. Se justifican en que todo lo que hacen es para servirle, y su argumento es que Dios los entiende. Esto es un engaño del enemigo. No hay razón alguna por la que no podamos sacar un tiempo para callar y escuchar al Señor.

El salmista reconocía la importancia de hacer silencio, “Escucharé lo que hablará Jehová Dios” (Sal. 85:8).

Veamos el ejemplo de Jesús, dedicado por entero a su ministerio de enseñanza, de predicación, de sanidad, de milagros y de todo lo que hacía. Las multitudes siguiéndole, las voces de los que gritaban rogando ser atendidos, el tiempo con sus discípulos, un entorno ruidoso en el que el silencio brillaba por su ausencia.

Pero Jesús, el Cristo encarnado, sabía la necesidad que tenía de estar a solas con el Padre y buscaba de forma intencional, el espacio y el tiempo para encontrarse con Él. “Levantándose muy de mañana, siendo aún muy oscuro, salió y se fue a un lugar desierto, y allí oraba" (Mr. 1:35). Cuán valioso ese tiempo con el Padre, era como si todo alrededor quedase en suspenso mientras sólo se escuchaban sus voces en una conversación celestial.

El ruido va a seguir, las muchas voces seguirán irrumpiendo en nuestras vidas, así que queda de nuestra parte, hacer silencio para decirle con confianza: “Habla, Jehová, porque tu siervo oye” (1 Sam. 3:9).

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