Rey De CorazonesSample
El primer acto de amor del rey hacia Dios fue la ofrenda de holocaustos y la petición de sabiduría que le hizo Salomón en el tabernáculo de Gabaón. La petición agradó tanto al Señor, que no solo le concedió sabiduría, sino riquezas y grandeza que el joven no había pedido. Además, tuvo el privilegio que le había sido negado a su padre: la construcción del templo. El terreno ya había sido comprado por David, pero fue Salomón quien llevó a cabo la construcción y lo hizo según su concepto de grandeza, con todo lujo de detalles y materiales preciosos. Aun así, Jehová le advirtió que anduviera en los caminos de David, pues estaba absorto en la construcción del templo, descuidando, quizá, su comunión con Dios. Ese descuido y el amor por las riquezas, así como sus numerosas esposas, le llevaron a la idolatría y a considerar el reino para su propio beneficio, olvidando que el reino le pertenece solo a Dios, el verdadero rey. Salomón solo era un administrador.
Sin duda alguna, la elección de David supuso, y lo hace también a día de hoy, una enseñanza muy útil en cuanto a qué es lo que hace que Dios se fije en cada uno de nosotros para llamarnos a ser siervos suyos. Samuel recibió esa enseñanza en forma de palabras bien claras: “Jehová mira el corazón”.
Aquí encontramos una gran diferencia entre Saúl y David, en palabras de Pablo Hoff: “Saúl era un hombre según el corazón del pueblo, pero David era un varón según el corazón de Jehová.” En cierto modo, existe un paralelismo entre la ascensión al trono de Saúl y la de David. Ambos esperaron pacientemente a que el pueblo por completo los aceptara, y recibir así el reinado de parte de Dios. Sin embargo, la espera de David fue necesariamente mucho más larga que la de Saúl, y de hecho, esto capacitó mucho mejor a David como rey.
Pero el gran contraste llega con Salomón, un joven nacido y criado en palacio, con el gran ejemplo de su padre de cómo ser un gran rey, pero sin las vivencias de este y, por lo tanto, con un carácter sin pulir por los problemas y el dolor que forjaron en su padre un hombre dependiente de Dios.
Creo que los comienzos y la preparación de parte de Dios con cada uno de estos tres grandes monarcas fueron relevantes para el posterior desarrollo de sus gobiernos, que determinaron el reinado de sus sucesores. David cosechó las guerras y conflictos de Saúl, aunque supo resolverlos con la ayuda y dirección del Señor. Salomón cosechó la grandeza y la paz sembradas por el justo gobierno de David. Y todos los demás reyes fueron parte de la decadencia de la monarquía que se engendró en el corazón de Salomón, al apartarse de Jehová y entregarse a la idolatría, las riquezas y los pactos con naciones paganas. Sin embargo, y a pesar de cada uno de sus reinados, Dios permaneció fiel a todas sus promesas y fue justo al ligar el destino de cada uno conforme a sus propios actos y a su obediencia y dependencia de Él.
En ocasiones, la responsabilidad que Dios pone en nuestras manos está hecha pedazos, y requiere de mucho trabajo. Otras, recibimos un relevo de paz y orden. Pero lo que de verdad determina el resultado de nuestra administración del don de Dios, es:
- El trato previo que le permitamos a Dios hacer en nosotros, a través de las pruebas y dificultades.
- Nuestras decisiones diarias.
-La dependencia absoluta de Dios.
Si nuestro corazón no le pertenece a Él, no importa todo lo que nos venga dado, lo echaremos a perder. Si somos suyos, no importa lo imposible que parezca, en Dios haremos proezas.
Jesús vino a demostrarnos que solamente hay un Rey. Él es el Rey de Reyes, nadie puede compararse, nadie puede vencerle, nadie puede gobernarle. Con su vida, su muerte y su resurrección, tomó el trono de David, para siempre. Ahora tenemos un rey, uno eterno, Jesús. Él es el Rey de corazones.
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La instauración de la monarquía en Israel llegó en un momento crítico para el pueblo escogido por Dios. A través de este devocional podrás conocer las circunstancias en las cuales Dios escogió un hombre como rey para gobernar y guiar a su pueblo. También podrás observar, a través de Saúl, David y Salomón, cómo el gobierno de un pueblo, nunca prosperará verdaderamente si no es de la mano de Dios.
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