Nuestra ayuda

Mi ayuda proviene del SEÑOR, creador del cielo y de la tierra.

Salmos 121:2

Desde el Salmo 120 hasta el Salmo 137 encontramos el cántico de los peregrinos. Son oraciones, cánticos y algunos lamentos que recuerdan el cautiverio del pueblo de Dios en tierras extranjeras y su anhelo de volver a su patria, pero sobre todo de entrar a la Presencia de Dios.

Como hijos de Dios también anhelamos nuestra patria celestial (Hebreos 11:16), ya que esta tierra no es nuestra morada eterna (Juan 14:1-4). Al mirar el pecado y el aumento de la maldad nos sentimos como peregrinos y extranjeros (1 Pedro 2:11), nuestro anhelo por Dios nos hace depender de Él en medio de un mundo alejado de Su Presencia.

Tenemos el mismo clamor de los peregrinos. Tenemos el mismo anhelo por adorar a Dios. Tenemos la misma expectativa de sentirnos mejor y mirar en algún momento la cosecha de la siembra. Llegar a nuestra morada permanente, sentarnos a la mesa y disfrutar de Su Eterna compañía.

No son las montañas las que protegen a los hijos de Dios, es el Creador de esas montañas quien nos sostiene. No es nuestra experiencia lo que nos mantiene firmes, es el Dios que cuida que nuestro pie no resbale en medio del camino. No es nuestra fuerza de voluntad la que nos sostiene, es el Dios que se compadece de nosotros cuando somos abandonados por nuestros amigos.

Que en todo nuestro peregrinar en esta tierra podamos confiar y proclamar que nuestra ayuda proviene del SEÑOR.