Descanso en Dios

En vano madrugan ustedes y se acuestan muy tarde, para comer un pan de fatigas, porque Dios concede el sueño a sus amados.

Salmo 127:2

Uno de los enemigos más grandes que enfrentamos cada día es la prisa. La presión por tener todo en el momento y de aumentar cada vez más las ganancias y los bienes materiales nos han llevado a una vida llena de presión, deudas y tensión constante.

La demanda de una imagen de victoria y éxito basado en lo que poseemos nos conduce a que los bienes materiales nos posean y marquen el ritmo de nuestra vida, llenando nuestra agenda y dictando el uso de nuestro tiempo.

Muchas veces en esta carrera por competir quien tiene más o ha pagado más por lo que tiene nos conduce a un vacío emocional y familiar que pareciera no tener fondo.

Quizás tengamos una cama mejor pero no podemos disfrutarla porque el sueño, que es gratis, se ha esfumado entre la preocupación de cómo pagaremos no solo lo económico sino tantos días de ausencia.

No podemos, ni debemos dejarnos llevar por un ritmo de vida que nos robe lo más preciado que tenemos: nuestra relación con Dios y con nuestra familia.

La Biblia, en ningún momento, nos recomienda que dejemos de trabajar, pero el salmista nos recuerda que Dios se encarga de suplir y dar el descanso que sus hijos necesitan. Es nuestra confianza en Dios y no nuestra fuerza la que nos da descanso.