El Camino Del AdoradorMuestra

3. Tercer paso: Confesar el pecado (Ver. 6-7)

“En ese momento voló hacia mí uno de los serafines. Traía en la mano una brasa que, con unas tenazas, había tomado del altar. Con ella me tocó los labios y me dijo: «Mira, esto ha tocado tus labios; tu maldad ha sido borrada y tu pecado, perdonado»”.

Muchas personas no avanzan en el camino, porque creen que su pecado es más grande, que nuestro buen Dios. Y por supuesto que no es así.

El arrepentimiento es necesario en este punto. Necesitamos ir delante de Dios y decirle aquí estoy, yo no puedo, necesito de ti, solo de ti, para que me limpies. Y sobre todo creer que Él lo hace. El arrepentimiento es vital en el camino del adorador.

En esta ilustración del texto dice que el ángel o serafín: “Traía en la mano una brasa que, con unas tenazas, había tomado del altar. Con ella me tocó los labios…".

¿Cuándo Isaías vio que era pecador, fue y se puso a hacer y hacer cosas para ser perdonado? ¡NO! Dios lo perdona…y así lo ha hecho con nosotros. Isaías solo reconoce su condición, y como siempre Dios es quien hace lo imposible: perdonarnos. En este caso, purifica los labios de Isaías.

Y la verdad, yo me preguntaba y me daba vueltas por la cabeza, ¿por qué los labios? ¿Por qué no otra parte?

Porque quizás, cuando ya decimos algo…es que nos damos cuenta de lo que hay realmente en nuestro corazón, ¿me explico?

Muchas veces ante una situación podemos pensar, podemos sentir que no nos parece algo o alguien, que no estamos de acuerd. Pero cuando ya lo decimos, cuando lo hablamos, o peor aún cuando lo expresamos en juicio o en forma hiriente, es que vemos como está nuestro corazón realmente.

¿Me comprenden? Nuestros labios, nuestras palabras pueden expresar aquello que no pensamos que hay en nosotros, pero que realmente sí lo hemos dejado estar allí.

Y ahí, es cuando debemos pedirle a Dios, Señor purifica mis labios, purifica como hablo de los demás, como me expreso con un vocabulario quizás inadecuado. En fin, eso es entre tú y el Señor.

1 Juan1:9 dice: "Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad".

Y cuando Él recibe esta limpieza de culpa, ¿qué pasa?...Sigue avanzando, no se detiene.