[Serie ¡Qué dicha!] Compasivos y sin juzgar a nadieMuestra

¿Puede haber secretos para Dios?

La Palabra de Dios dice sobre Dios que él conoce aún los más íntimos secretos. En realidad podemos imaginar que ocultamos cosas de Dios. Que nuestros pensamientos no están disponibles para Dios, pero la verdad es muy diferente. Cuando tenemos un corazón puro, nuestro deseo es que Dios conozca todos los pensamientos, deseos, anhelos, aún lo que consideramos íntimos secretos. Pero qué mejor que sea Dios quien lo sepa y nos dirija.

Una vez más, debemos saber y entender que nada puede esconderse de Dios, recordemos que él es omnipresente, está en todas partes. No olvidemos también que Dios es omnisciente, todo lo sabe. Nada puede esconderse de él. Nadie sabe más que él. ¿Puede acaso alguien, esconder algo de Dios? Nadie puede. De hecho, antes que tus pensamientos lleguen a tu boca, él ya los sabe. Ilusoriamente, podemos pensar que con astucia podemos ocultar cosas de Dios, pero en realidad lo que muestra esa actitud es que nuestro corazón no es puro.

Pero cuando tenemos la actitud correcta y expresamos con nuestra boca lo que hay en nuestro corazón, abiertamente rendidos a Dios: Tú, en cambio, Señor, me conoces. Entonces, seremos ¡muy dichosos! Porque nuestro corazón es humilde y limpio. Nos gozaremos en gran manera en Dios, porque sabremos que nos conoce realmente como somos. Nos deleitaremos en él, cada día de nuestras vidas, por cuanto nos ha amado y nos ha perdonado. Y entendemos cuando nos enseña, porque decidimos obedecerle por encima de nuestras ideas, de nuestra cultura o nuestro parecer personal.

¡Querremos obedecerle! Cada instante tan solo disfrutar de ese amor, gratitud y consuelo que solo Dios puede dar. Nos permite mostrar al mundo que Dios es real por una vida diferente, una vida dichosa en él y por él.

Para reflexionar

¿Estás dispuesto a hablar con Dios sobre esos «secretos» que no quieres que nadie se entere? Dios ya lo sabe, espera que tú decidas hablarlo con él.

Oremos 

Pidamos a Dios: Oh Dios, ¡pon en mí un corazón limpio! ¡Dame un espíritu nuevo y fiel!