[Serie El Señor te mantiene a salvo] Dios te escuchaMuestra

El Señor te alienta

Tu aliento viene del Señor todopoderoso. De aquel que es más fuerte que todo lo que existe, porque Él lo creó. No necesita demostrar Su poder ante nadie, porque diseñó todo y creó todo con Su poder. Es Él mismo quien nos da ánimo cada día de nuestras vidas. El soberano Dios, dándote ánimo. El poderoso Dios, dándote ánimo. Pero a veces pensamos que, si viniera el presidente a darme ánimo, entonces eso sí sería magnífico. ¿Quién es mayor, Dios o el presidente? Piensa bien tu respuesta, porque resulta que Dios todopoderoso te habita, no te deja, es fiel, te ama, te da su paz, te protege, te sostiene, te guarda.

¿Todavía hay duda en tu corazón? ¿Todavía consideras que debería haber algo más? ¿Acaso puede haber algo más allá que el gran Dios todopoderoso? No, no lo hay. Ah, es porque no lo puedes tocar, no lo puedes ver… Entonces dudas en tu corazón de Su Palabra, dudas de Su fidelidad y aún de Su poder. Pero recuerda que hizo todo lo que dijo, envió a Su propio Hijo, se hizo hombre y habitó entre nosotros. Cumplió toda la ley, sin faltar nada. Predicó sobre el reino de Dios, sanó enfermos, dio vista a los ciegos, levantó paralíticos, resucitó muertos, liberó endemoniados. Las evidencias quedaron registradas en los Evangelios, como testimonio para nosotros.

Pero no quedó allí. Se hizo cordero sin mancha y se entregó como el sacrificio suficiente por todos los hombres. Tenía el poder para librarse de esa tortura y bajarse de esa cruz, pero no lo hizo, porque pensó en ti y en mí. Completó todo lo que debía hacer. Entregó Su sangre como sello del nuevo pacto. Resucitó al tercer día, estuvo durante 40 días enseñando sobre el reino de los cielos. Y ascendió a los cielos, se sentó a la diestra del Padre. La Biblia es el registro histórico de estos eventos, pero sabemos que el Hijo de Dios, fue más que un personaje pasajero y que no solo vino para partir la historia en dos, sino para darnos a conocer al Padre y hacernos Sus hijos. Se constituyó en nuestro hermano mayor, el primogénito de muchos, para cumplir las Escrituras. Solo en Él hay salvación, perdón de pecados, redención. Solo en Él hay propósito para tu vida.

Oremos

Amado Padre celestial, gracias por alentarme cada día, porque has hecho mucho más por mí de lo que algún día podía imaginar. Gracias por Tu Hijo Jesucristo, por Tu amor pleno manifestado a nuestro favor con Su sacrificio redentor. Gracias por la salvación maravillosa. Gracias por Tu protección y cuidado permanente. Gracias porque me hiciste Tu hijo. Amén.