No Calificamos, Pero Aun Así, Dios Decide UsarnosMuestra

Es Don de Dios

Los dones y los talentos que a Dios le complace entregarnos, nos los da para que los administremos conforme a sus propósitos para gloria de Jesucristo. 

Para gloria de Jesucristo ¿entiendes? No es para nuestra propia vanagloria y, menos que menos, es para nuestra propia jactancia. Porque si no es bajo su dirección y su poder, nada bueno podemos hacer y menos algo que pueda glorificarlo. Sería absurdo pensar que lo que nos da el Señor para ponerlo al servicio de su reino y de Su voluntad sea algo de lo que podamos enorgullecernos en algún momento. Todo nos es dado por gracia y por su gracia es que podemos poner por obra lo que nos da. De lo contrario, nada ocurriría. Dios no lo permitiría. Él es un Dios celoso y no comparte su gloria con nadie. ¡Sólo Él, es digno de toda Gloria!

Mientras estemos aferrados a la voluntad del Padre, mientras estemos perseverando en obediencia y santidad podremos contar con la bendición de ser usados como instrumentos en sus manos y de esta forma testificar de la obra que ha hecho en nosotros a través de su Hijo Jesús y de su Santo Espíritu. 

No hay algo que podamos hacer para calificar ante Él como merecedores para que Él nos use como instrumentos útiles en sus manos. Él es experto en escoger lo inservible para hacerlo útil, lo sucio y vil para santificarlo, lo que carece de valor para asignarle sentido, lo que el mundo desprecia para Él hacerlo acepto, lo que es digno de rechazo para Él acogerlo. Todo esto lo hace por pura gracia y misericordia suya.

Acaso si Él ha escogido a alguien para salvación y vida eterna y para servicio de su reino, ¿alguien podría impedírselo? Así obra Él, se deleita en usar lo inimaginable para aquellos que todo lo razonan, quienes se creen sabios y tienen un concepto más alto de sí mismos ante los demás. Es así como se glorifica Él. De lo más sucio e insignificante hace una obra maestra para que todo el que la vea pueda notar su amor, su misericordia, su poder, su majestad y su soberanía. Es la obra Redentora de Jesucristo lo que hace que lo vil y menospreciado del mundo sea transformado en una obra maestra conforme a sus diseños y a su carácter para Su gloria.

De nada podríamos vanagloriarnos: el promulgar su Palabra, escribir, cantar, pintar, participar de obras misioneras, ejercer determinado ministerio son regalos de su parte, entregados por voluntad suya para mostrar su amor, su bondad y su poder.