La alegría de la despedida

Recuerdo el día que comencé en el camino del minimalismo: Día de los caídos 2008. Estaba ocupado limpiando mi garage cuando casualmente mi vecino dijo: "Sabes, tú no necesitas todas esas cosas". En ese momento, miré el montón de cosas en mi entrada y noté que mi hijo de cinco años jugaba solo en el patio trasero. Me di cuenta de algo: ¡Mis posesiones no solo no aportan alegría a mi vida sino que me distraen de las cosas que sí lo hacen! Ese día, mi esposa y yo comenzamos una forma de vida simplificada que nos da más alegría de la que esperábamos.

Ahora bien, si eres como muchas personas, la palabra Minimalismo tal vez evoca imágenes de paredes blancas o personas sentadas en el piso por falta de muebles. Puede parecerte un ejercicio de autoprivación simplemente por el hecho de autoprivarse. Déjame decirte... ¡Esto está muy lejos de la verdad! Para mí, el minimalismo es exactamente lo opuesto. Hablamos de libertad, de paz y de alegría.

Se trata de un espacio que se abre a nuevas posibilidades. Es una "buena despedida" porque elimina los obstáculos de la vida que queremos vivir y que Dios quiere que vivamos. De hecho, no me interesa mucho el minimalismo en sí, sino ayudar a las personas a tener las posesiones que les permita vivir la vida que deben vivir.

Para los que vivimos en las naciones más desarrolladas del mundo, aproximadamente el 98% de las veces esto significa reducir nuestras posesiones, no aumentarlas. Bajo esta premisa, esta es mi definición: Minimalismo es la promoción intencionada de las cosas que más valoramos y la eliminación de cualquier cosa que nos distraiga de ellas. Lo bello del minimalismo no está en lo que quitamos. La belleza y todo el potencial del minimalismo reside en lo que nos da. La recompensa no solo es una casa limpia—es una vida más significativa. ¿De qué manera práctica podría mejorar tu vida si tuvieras menos posesiones?