RenovadoMuestra

BUSCO

¿Cuántas veces has pasado un buen tiempo buscando algo, para después darte cuenta de que estaba allí contigo? Termina siendo frustrante ver cómo se ha perdido tanto tiempo de una manera tonta. Esto nos sirve como analogía para ver lo que frecuentemente pasa con la búsqueda constante de Dios. Nos preguntamos cómo podemos oírle, verle y sentirle, hasta caer, muchas veces, en el cuestionamiento de que tal vez Él no nos escucha o de que probablemente está demasiado ocupado con asuntos más importantes. 

En el pasaje de hoy vemos cómo un respetado maestro judío, que llevaba toda su vida siguiendo las normas religiosas y guiando al pueblo en los caminos de Dios, se encuentra con Jesús. Nicodemo, un hombre profundamente sumergido en el liderazgo y comprometido con las leyes y el esfuerzo humano por seguir a Dios, notó en Jesús algo diferente, algo que él no tenía y que sabía que venía del cielo. ¿Cuántas veces hemos sido iguales a Nicodemo? Creemos estar caminando con Dios y, cuando nos damos cuenta, nos encontramos lejos de Él, haciendo nuestra propia voluntad y creyendo que todo está bien. Pensamos que nuestro esfuerzo y trabajo nos hacen merecedores de ser bendecidos con su presencia. Nicodemo encontró en Jesús la salvación; la respuesta a su búsqueda estaba allí, hecha carne y hueso, pero de una manera muy diferente a como él la esperaba e imaginaba. Luego supo que aquel humilde hijo de carpintero era el tan anhelado Hijo de Dios. ¡Wow!, qué encuentro tan poderoso para Nicodemo estar delante del Mesías de quien tanto había hablado y presumido. La misericordia y gracia de Jesús lo llevaron a reconocer su necesidad de nacer de nuevo y dejar que ese mismo Jesús fuera el rey de su corazón. 

Hoy te invito a que reflexiones sobre este magnífico encuentro, a que examines tu corazón y puedas invitar a Jesús a tu vida. Recuerda que no son tus esfuerzos los que te hacen acreedor de la bondad y gracia de Dios. Solo si crees y pones tu fe en Jesús, encontrarás el tesoro de tu vida y la recompensa eterna para tu alma. Sigue pidiendo y recibirás lo que pides; sigue buscando y encontrarás; sigue llamando, y la puerta se te abrirá (Mateo 7: 7-8, NTV).