La Voz De DiosMuestra
Déjeme hablarte del poco conocido Ministerio de la reconciliación.
La Palabra de Dios nos enseña en 2 Co.5:20, que es el mismo Dios quien nos pide a través de sus embajadores que nos reconciliemos con Él, que tengamos una vez más confianza de que Él sigue presente y pendiente de nuestras vidas como lo hizo alguna vez con Moisés. Él sigue ahí escuchando pero también hablando a todo aquel que le busca con todo su corazón.
En Jeremías 33:3, Dios nos dice: Clama a mí, y yo te responderé, y te enseñaré cosas grandes y ocultas que tú no conoces. Cuando Dios le dice que le responderá, no quiere decir que le responderá con silencio, o ignorándote, la palabra “responderé” viene del griego aná que significa: empezar a hablar, cantar, decir, exclamar, hablar, proferir, testificar, voz. Si ponemos atención, cada uno de los significados de esta palabra tienen algo en común, la acción de todas ellas es a través de la boca, es decir, cuando Dios dice que responderá, lo hará a través de Su boca, a través de Sus palabras, a través de las Escrituras, pero también significa una cosa más; las palabras hablar, cantar, decir, exclamar, proferir, testificar y sobre todo voz, tienen algo más en común: el Sonido... Dios puede respondernos y hablarnos a través de las Escrituras, sin embargo, Su Palabra también puede ser escuchada, justo de la misma manera en la que Moisés lo hacía.
Dios nos delegó por amor una gran autoridad en la Tierra, (Gn. 1:26-30) por el amor de Dios teníamos dominio sobre lo creado, éramos amos y señores del planeta, sin embargo, con la caída del hombre, toda esa potestad y autoridad se perdió con la entrada del pecado. Una gran variedad de reinos dejaron de estar bajo nuestro dominio por causa de la separación del hombre y Dios, sin embargo, gracias al sacrificio de Jesús, la reconciliación llegó, olvidando así el pasado y siendo una vez más uno solo con Dios volviendo a tener autoridad por el nombre de Jesús.
El pastor Roberto Ewing, en sus estudios “Las 7 Verdades Clave” nos instruye a cerca de los reinos que son nuevamente dominados por el hombre gracias a la muerte de Cristo en la cruz al lograr la reconciliación entre Dios y el hombre:
- El Demoníaco Mr. 16:17b; Lc. 10:17
- El del Yo Mr. 16:17c
- El Animal Mr. 16:18a
- El Químico Mr. 16:18b
- El de la Enfermedad Mr. 16:18c
- El del Espacio Mr. 16:19
- El Angélico 1P. 3:22
Esto, evidentemente, nos da la pauta a creer que no solo tenemos una vez más la potestad en la Tierra por el nombre de Jesús, sino que estamos comunicados en línea directa con el Creador del Universo nuevamente, y esto significa la restauración de una relación idéntica a la que Jehová tenía con Moisés, somos cuidados, guiados, protegidos y respaldados por el mismo Dios de Moisés, el mismo Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob.
Si está consciente de esto, y su Fe es lo suficientemente fuerte para creerle a Dios, entonces ¿Por qué dudar de que Jesús pueda hablarle de tal manera que su vida sea transformada para cumplir el Sueño más grande que Él tiene, que es hacer Su voluntad en usted? Jesús nos dice: Si puedes creer, al que cree todo le es posible (Mr.9:23). Pero, ¿por qué menciono que su fe debe ser fuerte? ¿Acaso Dios requiere de una fe fuerte para poder escuchar su voz? La verdadera fortaleza de la fe se da desde el inicio de nuestra vida en Cristo; es verdad que la fe puede aumentarse, la fe puede crecer y volverse nuestra forma de vida; ¡verdaderamente vivimos por fe, no por ver! Considero que todo cristiano debió tener fe para entregar su vida a Cristo, para poder creer que Él le daría una nueva oportunidad, creer verdaderamente que al confesar Su nombre tendríamos el regalo de la vida eterna y ser hechos Hijos de Dios, que Jesús mismo vive en nosotros, que nuestro cuerpo es el templo del Espíritu Santo. Al haber hecho esto, no puedes, ni remotamente, hablar de una fe débil, sino todo lo contrario. Al creer verdaderamente en estos aspectos refleja una fe llena de convencimiento, desprovista de dudas o temores, carente de inseguridad e incertidumbre y privada de desesperanza.
En nuestra vida cristiana, se nos ha enseñado a cerca de la medida de la fe, y los logros que podemos tener con ella; he aquí una historia en (Mateo 17:14-21). Vemos en esta historia de nuestro Señor Jesús, como describe la fe comparándola con un grano de mostaza. El grano de mostaza es de las semillas más pequeñitas que existen, si tuviéramos fe de ese tamaño, sería suficiente para echar fuera demonios, mover montes y ordenarles que se echen al mar; pero ¡nada más equivocado!
Si la fe del tamaño de grano de mostaza fuera suficiente para hacer todo eso, ¿por qué Jesús inicia el versículo 20 de este capítulo haciendo referencia a la poca fe? En otro pasaje bíblico notamos la misma aseveración de Cristo al hablar de la fe (Mateo 14:28-31) ¿Lo notaste? Jesús vuelve a hablar acerca de la poca fe; es decir, si tu fe es tan diminuta como el tamaño del grano de mostaza, entonces jamás podrás echar fuera demonios, decirle a los montes que se echen al mar y mucho menos escuchar la voz de Dios. La parábola del grano de mostaza dice “como un grano de mostaza” no “del tamaño de un grano de mostaza”. Pero, ¿a qué se refería Jesús entonces? La respuesta viene en Mateo 13:31-32.
La semilla de mostaza, (la fe) tiene el deber de crecer naturalmente cada vez más y más, hasta convertirse en algo gigantesco (la más grande de las hortalizas), en una fe tan grande y fuerte que en primer lugar nos hace creer en nuestro Señor y Salvador y, por consecuencia, escuchar plenamente su voz. Esto es y seguirá siendo posible.
Acerca de este Plan
¿Dios sigue hablando hoy en día? ¿Su voz es audible? A lo largo de estos días, aprenderemos cuál es la voz de Dios y cómo aprender a escucharla en sus diversas manifestaciones. Escuchar al Señor es fundamental para poder vivir conforme a Su propósito y Su voluntad por que lo que más anhelamos es oír Su voz.
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Nos gustaría agradecer a Bruno Nava "De raíz" por proporcionar este plan. Para obtener más información, visite: https://www.facebook.com/Bruno-Nava-104653184912798?locale=es_ES