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Sacúdete del rechazo

Todos somos culpables de buscar un “me gusta” en las redes sociales, un nuevo seguidor o un re post, todos buscamos de alguna forma quedar bien con los demás. 

Por eso, si hay algo que se está pegando constantemente a la gente en esta generación, es el rechazo. Vivimos distintas vidas para quedar bien con los demás. Si no lo logramos, nos sentimos rechazados y limitados; es un veneno que nos deprime, que ataca nuestra identidad y la revelación de quiénes somos en Cristo. 

Pero la realidad es que no es posible caerle bien a todo el mundo, así que no te preocupes. En lugar de eso, piensa en quedar bien con Dios, vive para la audiencia de uno.  

Cuando el mundo nos rechaza, Dios nos acepta. Cuando el pecado nos separó de Dios, Jesús anuló esa distancia. Si dejamos que el rechazo se nos pegue, viviremos frustrados, intentando agradar a todos sin ver ningún resultado favorable. 

No vivamos amargados por el rechazo de personas que ni siquiera conocemos, personas que no nos aceptarían tal y como somos. Y al mismo tiempo, no seamos nosotros los que rechazan a otros. Es tan importante entender que todos somos obras en proceso y que dejemos de buscar un producto final en otros. Acompaña a las personas en su proceso, así como Dios nos acompaña en el nuestro. 

El peligro de dejar que el rechazo se pegue a tu vida es que empiezas a pensar que Dios te ve de la misma manera que los demás. Pero eso no es verdad, Dios te ve como alguien único, creado a su imagen y semejanza. Jesús es experto en aceptar lo que la humanidad y la religión rechazan. 

Sacúdete el rechazo que se haya pegado a tu vida, porque vales mucho más de lo que piensas, y Dios tiene un propósito para ti. 

Oración: Jesús, ¡gracias porque tú no me ves como otros me ven! Gracias por creer en mí y acompañarme en cada etapa de mi proceso. Ayúdame a sacudir de mi vida el rechazo y a encontrar mi validación sólo en ti; ayúdame a recordar que yo soy quien tú dices que soy. Que tu palabra sea la que más peso tenga en mis pensamientos acerca de mí y de los demás. Amén.