Levantando Los Brazos Del PastorMuestra

Sin Hipocresía

La mejor manera de demostrar cuánto necesitamos a Dios y cuánto dependemos de Él, es mostrándonos tal y como somos, también, tal y como nos sentimos ante Él.

Pueden haber personas cristianas, especialmente personas que tienen un grado de responsabilidad ministerial con su corazón totalmente quebrantado; sin embargo, sólo por mantener una apariencia ante los demás y por mostrarse fuertes ante ellos porque creen que es su responsabilidad, desisten de expresar abiertamente cómo se están sintiendo frente a una situación que los aflige, como si no tuvieran derecho a ser sinceros; es más, como si sintieran que están pecando o no tuvieran fe porque se sienten débiles frente a determinada circunstancia.

¿Será que Dios no se da cuenta de cómo nos estamos sintiendo? ¿Valdrá la pena tratar de ponernos una máscara de falsa piedad y falso gozo ante Dios, cuando en realidad por dentro estamos destrozados? ¿De verdad podemos llegar a pensar que Dios nos va a exigir sentirnos bien, especialmente en medio de la tribulación, cuando sabe perfectamente lo débiles e imperfectos que somos? Sin hipocresía, a Dios no lo podemos engañar, Él sabe perfectamente cuán frágiles somos.

Es un acto de adoración y es una verdadera victoria en Cristo Jesús, el humillarnos ante Dios desnudando nuestra alma, mostrándonos genuinamente ante Él; Él ya sabe cómo estamos y cómo nos sentimos, pero es necesario doblegar nuestro orgullo, expresar lo que sentimos, abrir nuestro corazón y reconocer de rodillas ante su presencia cuánto lo necesitamos y lo miserables que somos sin su respaldo.

Cuanto más conscientes de nuestra debilidad más dependientes de su amor y de su poder, cuanto más conscientes somos de la dependencia que tenemos de Él, más fuertes vamos a estar para enfrentar cualquier circunstancia, porque reconocemos que no es en nuestra fuerza sino en la fuerza que nos da su Espíritu y que es sólo por su poder que podemos vencer y alcanzar la victoria, la victoria de morir para ser más como Jesús.