Un Corazón en El DesiertoMuestra
Probablemente lo has experimentado más de una vez en tu vida o quizás lo estés experimentando ahora mismo. Estamos hablando de ese momento en tu caminar cuando sientes que tu corazón está seco, tu sentido de la presencia de Dios se ve oscurecido y tu deseo de estar con Él se ha agotado. Esas son las temporadas de desierto espiritual.
Día tras día, sermón tras sermón, y sin importar en cuántas actividades religiosas participemos, siempre terminamos sintiéndonos vacíos y preocupados por la brecha que hay entre la persona que deseamos ser y la condición espiritual en la que nos encontramos. Vemos como si la relación con Dios que desearíamos tener, las disciplinas espirituales que quisiéramos practicar y la clase de fe que anhelamos que nos domine estuvieran muy lejos, pero mientras observamos esos anhelos, chocamos con la realidad de nuestra verdadera condición espiritual: un corazón seco y sediento.
En el Salmo 42 observamos un alma que anhela al Señor, pero pareciera que por alguna razón no puede encontrarlo. La tristeza la inunda de día y de noche, sus momentos de adoración parecen ser solo un recuerdo, y encima de todo esto debe enfrentarse al cuestionamiento de otros sobre dónde está su Dios. Esta es un alma que se encuentra en medio de un desierto espiritual.
Puede que en tu propia vida hayas estado viendo evidencias de un corazón seco y sediento.
Quizás sientes apatía hacia la Palabra. En medio de nuestra sequía podemos encontrarnos yendo a la Palabra, pero no llegamos a tener un encuentro genuino con Su autor, de modo que el tiempo en las Escrituras se va convirtiendo en una obligación estéril más que en un deleite fructífero.
O quizás sientes que tus oraciones no pasan del techo. Sientes que Dios está lejos y que no hay manera que voltee el rostro hacia alguien como tú.
Puede que sientas que te envuelve la insatisfacción, nada te llena, nada te satisface. Sin dudas Cristo es la fuente de nuestra satisfacción y como nos encontramos lejos de Él y nuestros corazones están secos, tratamos de calmar nuestra sed con cosas que jamás podrán saciarla y terminamos cada vez más sedientos e insatisfechos.
Sin importar por cuánto tiempo tu corazón se haya encontrado en este lugar de desierto, en medio de la sequía de nuestra alma tenemos la esperanza del Salmista: “Espera en Dios, pues lo he de alabar otra vez. ¡Él es la salvación de mi ser, y mi Dios!” (Salmo 42:11).
Él atiende las necesidades de nuestros corazones secos. Él puede abrir nuestros ojos, ayudarnos a ver la condición de nuestro corazón, y proveernos la sanidad que nuestras almas necesitan.
Corre a Jesús, Aquel que puede hacer correr ríos de agua viva en tu corazón una vez más.
Escrituras
Acerca de este Plan
En medio de la sequía espiritual de nuestras almas tenemos esperanza en Jesús, Aquel que puede hacer correr ríos de agua viva en nuestro interior una vez más.
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Nos gustaría agradecer a Paty Namnún por proporcionar este plan. Para obtener más información, visite: https://linktr.ee/PatyNamnun