Ya No Soy Esclavo, Soy HijoMuestra

Este cuarto día, donde finalizamos este plan, quiero que contemples conmigo el estatus que nos da Cristo con Su sangre, el de hijos. Pero debemos comprender que con esa condición vienen privilegios, de los que gozamos con plenitud delante de nuestro Padre. Él nos comprende, nos perdona, nos espera y ama aun cuando por la condición humana en la que vivimos nos equivocamos. Implica mucho más que solo redimirnos, la redención es solo el primer regalo.

Esta relación que comenzamos a formar con nuestro Padre está basada en el amor, en una fe que obra. Porque recordemos que no solo podemos decir creer y no hacer actos que en definitiva demuestren a Dios que le creemos. Aquella fe sin obras es muerta en sí misma (Santiago2:14-17). Al momento de ser redimidos de la esclavitud y saber que para nosotros hay esperanza, nuestro corazón se llena de gozo. El amor que sentimos por Aquel que nos perdonó es grande y lo que queremos es servirle (Lucas 7: 47). Pero que ese amor ferviente se mantenga siempre en nuestro corazón, enamorándonos día a día mas de Él. La condición nueva que nos da el Señor implica también que actuemos como hijos delante del Padre. Y lo dijo Jesús: “Aquellos que hacen la voluntad de mi Padre que está en el cielo es mi hermano y mi hermana y mi madre” (Mateo 12: 50), dándonos a entender que como hijos nos corresponde hacer Su voluntad. Y para conocer Su voluntad, constantemente debemos leer las Escrituras, entrar en oración y escuchar Su palabra. Lo que nos pide el Señor es obediencia más que sacrificios, y no agrada más a un Padre que su hijo haga su voluntad (1 Samuel 15: 22).

Aprovecha y gózate por el nuevo título que recibiste del Padre al aceptar a Cristo en tu corazón, y si lo recibiste hace años es un buen momento para recordar lo que eres… un hijo amado. Busca agradar Su corazón con tu obediencia, y disfruta, pues ya no eres esclavo en este mundo, eres HIJO DE DIOS.

Autor: Roberto Steven Ojeda Sanchez

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