Las mentes cerradas carecen de perspectiva

Por Kristen Hollis

"El Espíritu del Señor omnipotente está sobre mí, por cuanto me ha ungido para anunciar buenas nuevas a los pobres. Me ha enviado a sanar los corazones heridos, a proclamar liberación a los cautivos y libertad a los prisioneros," (Isaías 61:1 NVI).

"Fue a Nazaret, donde se había criado, y el sábado entró en la sinagoga, como era su costumbre. Se levantó para hacer la lectura, y le entregaron el libro del profeta Isaías. Al desenrollarlo, encontró el lugar donde está escrito: «El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para anunciar buenas nuevas a los pobres. Me ha enviado a proclamar libertad a los cautivos y dar vista a los ciegos, a poner en libertad a los oprimidos, a pregonar el año del favor del Señor». Luego enrolló el libro, se lo devolvió al ayudante y se sentó. Todos los que estaban en la sinagoga lo miraban detenidamente, y él comenzó a hablarles: «Hoy se cumple esta Escritura en presencia de ustedes». Todos dieron su aprobación, impresionados por las hermosas palabras que salían de su boca. «¿No es este el hijo de José?», se preguntaban. Jesús continuó: «Seguramente ustedes me van a citar el proverbio: “¡Médico, cúrate a ti mismo! Haz aquí en tu tierra lo que hemos oído que hiciste en Capernaúm”. Pues bien, les aseguro que a ningún profeta lo aceptan en su propia tierra. No cabe duda de que en tiempos de Elías, cuando el cielo se cerró por tres años y medio, de manera que hubo una gran hambre en toda la tierra, muchas viudas vivían en Israel. Sin embargo, Elías no fue enviado a ninguna de ellas, sino a una viuda de Sarepta, en los alrededores de Sidón. Así mismo, había en Israel muchos enfermos de lepra en tiempos del profeta Eliseo, pero ninguno de ellos fue sanado, sino Naamán el sirio». Al oír esto, todos los que estaban en la sinagoga se enfurecieron. Se levantaron, lo expulsaron del pueblo y lo llevaron hasta la cumbre de la colina sobre la que estaba construido el pueblo, para tirarlo por el precipicio. Pero él pasó por en medio de ellos y se fue" (Lucas 4:16–30 NVI).

A veces, cuando escucho esta historia, es difícil para mí imaginar a alguien reaccionando de esta manera ante Jesús. Después de todo, era tan claro que Él era el Mesías. ¿Cómo podría alguien querer arrojarlo por un precipicio? Pero la perspectiva es 20-20, ¿no es así?

Pero luego recuerdo todas las veces que me vi atrapado en un grupo de mentalidad hostil, cuando a todos en mi oficina les disgusta la misma persona o cuando no he escuchado la otra versión de una historia. He tomado una decisión sobre alguien basado en los hechos que se me presentaron y provocaron emociones fuertes. O, en este caso, cuando mis expectativas de alguien no se cumplen.

En este pasaje, Jesús está enseñando al pueblo de Nazaret sobre Isaías 61, una parte de las Escrituras que habla de este Mesías que han estado esperando y Su ministerio. La parte importante de lo que Él les está leyendo es dónde deja de leer. Jesús se detiene en la parte del pasaje que dice "el año de la gracia del Señor" y no continúa con "el día de venganza de nuestro Dios". Esto es importante porque apunta directamente al propósito de Su ministerio: el favor de Dios. La segunda parte de este versículo habla directamente sobre la ira de Dios hacia aquellos que no son Su pueblo elegido, y Jesús vino para dirigir ese enfoque hacia la gracia de Dios. Su ministerio consistía en atraer a las personas a través de la gracia, no actuar como una extensión de la ira de Dios.

Esto era un problema para la gente porque los palestinos del Primer Siglo entendían al Mesías en dos partes: básicamente, 1) el Mesías descendería y 2) Él les daría una recompensa mientras derrotaba a sus enemigos. En este momento, Jesús está desarmando ese entendimiento y señalando el hecho que Su ministerio abrirá una oportunidad mucho más amplia para que el favor de Dios fluya y sea extendido a todos aquellos que quieran seguirlo. Esto no era en absoluto lo que mucha gente tenía en mente cuando se trataba de sus expectativas del Mesías que abría de venir. Se suponía que no debía expandir Su ministerio a los gentiles y no judíos. ¿Cómo se atrevía a hacer esto? Eso es lo que pensaban.

La gente de Nazaret tenía sus corazones cerrados a Jesús y la verdad que Él estaba tratando de traerles. Su cultura estaba cautiva por mentalidades religiosas, lo que les impedía ver el verdadero corazón detrás de la voluntad de Dios para ellos: Su favor y deseo de estar con Su creación, TODA Su creación, no solo los israelitas.

Entonces, ¿qué se puede aprender de esto? ¿Tienes alguna mentalidad religiosa que te impida compartir el regalo de Dios de la salvación con los demás? ¿Ves a ciertos grupos de personas como indignos de Su favor? ¡No seas como el pueblo de Nazaret en esta historia y pierdas todo el punto de Su ministerio! La salvación es para todas las personas que quieran seguirlo, no solo para aquellos que nos agradan o sentimos que están siguiendo las reglas religiosas que consideramos importantes.

Pausa: ¿Hay alguien en tu vida que no cumplió con tus expectativas y al que le cerraste tu corazón? ¿Te ha impedido esto celebrar la vida cristiana junto a ellos? Si es así, ¿cómo puedes trabajar para cambiar esa mentalidad?

Practica: La próxima vez que te encuentres en una situación en la que estés juzgando a alguien porque está haciendo algo diferente a ti, ora para que Dios mantenga tu corazón abierto a ellos y Su favor para con ellos.

Ora: Señor, gracias por Tu gracia inagotable. No es a través de mis obras, sino de Tu gracia que puedo estar en este viaje de santificación. Por lo tanto, por favor rodéame de personas que desafíen mi pensamiento y me ayuden a crecer en Tu Palabra y plan divino para mí y para los demás. Amén.