LÁGRIMAS en EL ALTARMuestra
DERRAMÁNDOME ANTE SU PRESENCIA
En muchas ocasiones no solo es suficiente derramar lágrimas delante de la Presencia de Dios, sino que debemos entregar con toda convicción nuestros anhelos, peticiones y clamor ante el Dios que profesó ser nuestro Salvador y guía. Que las heridas vienen y van, que las desilusiones fluyen en el caminar cristiano, suena fuerte, ¿verdad? Tristemente, es más común de lo que pensamos. Y, ¿cuál sería la solución a todo lo anterior? Podríamos contestar rápida y lógicamente, buscar de Dios y entregarnos a Él como dice la Palabra. Vengan a mí los que están trabajados y cansados, pero más que un estribillo debe ser una acción en fe. Una disposición sobrenatural de mi corazón hacia un Dios que tiene la llave de esa puerta que quizás el hombre cerró pensando que sería lo correcto, pero no es la Voluntad de Dios. Es más que pura confesión de labios y de comportamiento sino un alma, espíritu y corazón inclinado a solo UNO, quién te dice: Ven ante el trono de la Gracia. Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro (Hebreo 4:16). Un socorro no solo para la solución de mis problemas, pensamientos y desaciertos, sino para recibir ese amor y ese despertar definitivo dónde puedo acariciar la seguridad, la confianza, el acercarme más en intimidad a mi Padre y sobre todo aceptar que derramarme ante Su Presencia no debe ser un acto simbólico sino de testimonio vivo diariamente.
Cuando Jesús le enseñaba a Sus discípulos a realizar la Santa Cena no solo era un acto simbólico de Su muerte. Era lo que realmente estaríamos entregando en derramamiento de nuestras vidas ante la persecución a una Iglesia que estaría trabajando incansablemente por traer el Reino de Jesús sobre la tierra. Era esa forma de expresar entrega, lealtad y vida en abundancia para el que esté dispuesto a cargar su cruz y seguir al Maestro de Maestros.
Dónde el entregar mis miedos, mis dudas, preguntas y demás sean para no cuestionar sino para comenzar a renovar el espíritu de mi mente y aceptar que no es por mis fuerzas sino por las de Dios. Desde el instante que decido realizar ese depósito ante Él, estoy autorizando, aceptando y declarando que soy polvo y cenizas. Que soy nada ante tanta majestad. Que derramarme ante Dios mi Creador no debe ser por la circunstancia que pueda estar viviendo, sino porque anhelo y quiero estar cerca de Él. Que aunque venga la enfermedad a querer robarme la vida, yo estaré delante del trono de la Gracia y dando gracia por el tiempo que Él haya determinado permitirme estar sobre la tierra. Dónde no soy quien da órdenes a Dios sino que me someto a creer y esperar en SU VOLUNTAD QUE ES BUENA, AGRADABLE Y PERFECTA.
Para ti que me lees te digo, que tus días sean llenos de la Gracia del Eterno y aunque te sientas rendirte y no sabes cómo derramarte ante Su Presencia, puedes comenzar con aceptar que necesitas más de Él. Que quieres un cambio real y que no te conformas con menos sino que quieres más de Su Santo Espíritu y quieres asegurar tu espacio en la mesa que nos tendrán preparada en las BODAS DEL CORDERO.
Acerca de este Plan
En este plan de lectura podrás conocer e identificar las lágrimas que son derramadas ante la Presencia de un Dios que consuela, que nos escucha y que está atento a nuestras oraciones y súplicas. Conocerás y entenderás, que en ocasiones, el dolor es un medio que Dios también lo utiliza a nuestro favor para fortalecernos y capacitarnos.
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Nos gustaría agradecer a Elaine Bello por proporcionar este plan. Para obtener más información, visite: https://www.facebook.com/ElaineBelloo?mibextid=LQQJ4d