Dale paso a lo nuevo de Dios

Hace un tiempo buscaba opciones de calzado para un vestido que me había regalado mi querida hermana. Yo quería, específicamente, unos zapatos slip on negros, que fueran elegantes, pero a la vez modernos, cómodos y por supuesto; baratos, siendo este ultimo el detalle que hacía aún más exhaustiva mi búsqueda.

Anduve de tienda en tienda hasta que por fin conseguí lo que buscaba. Apresuradamente pregunté el precio y este se adaptaba a mi presupuesto. El vendedor me dijo que solo quedaba ese par, y que por dicha eran de mi talla, así que sin dudar los compré inmediatamente. ¡Se veían tan bien con aquel vestido! Justamente los usaría al día siguiente para ir a encontrarme con mi esposo, y ya sabes… quería impresionarlo.

Cuanto amé mis zapatos. Los primeros días me molestaron un poco, pero luego se convirtieron en mis mejores aliados. Quedaban bien en el verano, y luego, en el invierno, los podía llevar con todo. Los usé y los usé, hasta que poco a poco empezaron a deteriorarse, la escarcha brillante empezó a caerse y la tela a perforarse, pero parecía que mientras más envejecían, más cómodos se volvían.

No podía creer que estaba llegando el momento de despedirme de ellos, y que era tiempo de darle paso a unos nuevos, así que otra vez empecé mi búsqueda por unos que pudieran sustituirlos. Finalmente compré unos zapatos nuevos, más glamorosos y altos, de acuerdo a la moda, además de mejor marca. Sinceramente me quedaban más lindos, pero mi pie estaba tan adaptado a los viejos, que con los nuevos me sentía un poco extraña. Por esta razón no terminaba de deshacerme de ellos, los guardaba ahí, decía por si había alguna emergencia.

Lo cierto es que nunca pude usar los nuevos hasta que tiré los viejos a la basura, porque como sabía que aún estaban, no le daba paso, aunque ya estaban ahí.

¡Cuántas veces pasa lo mismo en nuestras vidas! Nos sentimos tan cómodos con lo que hacemos desde hace años, con lo que nos rodea, con lo que estamos acostumbrados, que no nos permitimos hacer o desarrollar lo nuevo, aunque ya estemos preparados. Y son nuestras conductas, costumbres, hábitos, o nuestra zona de confort, las que no permiten que Dios haga o traiga lo nuevo que tiene para nosotros. Nos apegamos tanto a nuestro pasado, cargamos tantas cosas que ya no nos son útiles, que no podemos disfrutar de las mejores cosas que Dios tiene para nuestro presente.

La palabra dice que «Nadie corta un pedazo de un vestido nuevo y lo pone en un vestido viejo; pues si lo hace, no solamente rompe el nuevo, sino que el remiendo sacado de él no armoniza con el viejo» (Lucas 5:36 RVR1960).

Mientras estemos atados a lo viejo, y tan cómodos con nuestra rutina, no veremos nada nuevo, aunque esté ahí para nosotros. Entonces lo nuevo se echará a perder. Deja atrás esas temporadas pasadas, pensamientos antiguos, creencias limitantes. Deja atrás tu comodidad para que Dios pueda traer su vino nuevo sobre ti.

¡Anda! Tira a la basura esos zapatos viejos.