LA MUJER Y EL PERDÓN

Si hay algo que nos juega en contra a las mujeres es nuestra sensibilidad. Somos demasiado sensibles, y mucho más en algunas fechas específicas del mes (nosotras nos entendemos).

Por esta cualidad que nos caracteriza, a veces nos resulta más difícil ser sanadas después de haber sido heridas, porque sabemos que la única manera de sanarnos es perdonando a los que nos ofenden, y también pedir perdón cuando hemos ofendido (haya sido queriendo o sin querer).

Tenemos que trabajar mucho en esto, y ser tratadas por el Señor. En la oración del Padre Nuestro dice: “Perdónanos, así como nosotras perdonamos” (Mateo 6:12). Vemos que nosotras mismas somos la medida del resultado; porque si no perdonamos tampoco Dios, nuestro Padre, nos perdonará a nosotras.

Acá nos encontramos con el resultado de nuestra actitud, tomada de la justicia humana o de la gracia divina. ¡La elección es exclusivamente nuestra!

Perdonar es distinto a olvidar. A veces se nos confunde todo esto, porque en parte es verdad que perdonar es olvidar y volver a empezar, pero no siempre resulta que olvidar algo que nos hizo mucho daño significa que lo hayamos perdonado realmente, y viceversa.

Esto lo podemos discernir de una sola manera: cuando lo recordamos y no nos produce el mismo dolor que al principio, la herida va sanando, y entonces se perdonó.

Que Dios nos haga ver la ventaja de descubrir, y practicar, este gran secreto que tantas abundantes bendiciones para nuestras vidas, y para quienes nos rodean, puede producir.

¡Determinemos practicar más este mandamiento divino con Su ayuda, y nuestro esfuerzo!

TAREA:

1. Practicar más frecuentemente el perdón. Todas las veces necesarias.

2. Confesar de ser necesario la ofensa para ser libres y sanos.

3. Mirar bien que algo sin resolver nos haga perder la fe y afectar a otros.