Jesús, La Verdadera NavidadMuestra

Querido amigo/a:

Hoy vamos a hablar de los Sabios. Una de las primeras cosas que quise saber cuando obtuve mi primera Biblia fue saber cómo se llamaban los tres reyes magos, y cuál sería mi sorpresa, al descubrir que la Biblia no habla de reyes, ni que eran tres, tan solo habla de Sabios de Oriente.

Estos sabios eran verdaderamente lo que su nombre sugiere: las mentes más agudas de sus tierras o regiones. Su sabiduría los colocaba como consejeros de confianza para aquellos que buscaban orientación.

Eran respetados, líderes y alcanzaron el éxito en sus respectivos campos. Sin embargo, lo más notable es cómo, al inclinarse para adorar a Jesús, colocaron a Sus pies lo que tenían de más valor. Esta acción no solo ilustra su humildad, sino que también nos deja con una lección poderosa.

La lección es clara: solo hay un lugar adecuado para nuestros dones, talentos y tesoros, y ese lugar es a los pies de Jesús. Cuando colocamos nuestras habilidades a sus pies, las ponemos a disposición para que Él las utilice según su sabiduría.

La verdadera adoración reconoce a Dios como aquel que nos dotó de esas capacidades en primer lugar. La alabanza y la gloria le pertenecen a Él. A pesar de su éxito en el mundo, estos sabios no buscaron retener la gloria para sí mismos. No permitieron que el éxito los cambiara. Este no siempre es el caso.

Con demasiada facilidad, podemos ser arrastrados por el torbellino del éxito terrestre, felicitándonos a nosotros mismos en lugar de inclinarnos ante el Santo.

Entonces, ¿cómo garantizamos que nuestro corazón permanecerá alineado con el de Dios? La respuesta es sencilla y poderosa: vivir una vida de adoración, al igual que los sabios de oriente. La adoración va más allá de cantar canciones; es un estilo de vida. Es una elección diaria y continua de vivir de una manera que traiga más gloria a Dios que bendiciones para nosotros mismos.

¿Qué tal tú?

Recuerda que, al igual que aquellos hombres sabios, tienes la oportunidad de tomar la decisión acertada, de rendir a los pies de Cristo, tus dones, talentos y habilidades, y permitir que el Gran Rey de Israel, el Santo las use para Su Gloria y Reino.

¡Medita en esto!