Un Principio Del Reino: La HonraMuestra
LA HONRA TAMBIÉN ES UN ASUNTO DEL CUERPO.
Cuando hablamos de honra a Dios podríamos olvidar la honra que debemos darle con nuestro cuerpo, cuerpo que se convierte en templo del Espíritu Santo al haber creído en Jesucristo.
Este hecho nos debería llenar de asombro, agradecimiento y reverencia hacia Dios.
Aunque Dios no habita en templos hechos por manos de hombres, y los cielos de los cielos no lo pueden contener, Él viene y decide morar en nosotros. Esto es tan maravilloso y glorioso. ¿No te parece?
Sin embargo, creo que algunas veces somos inconscientes o como el Apóstol Pablo escribe a la iglesia en Corinto, somos ignorantes de esto… ¿acaso ignoran…?
Esto es algo que Dios me hablaba fuertemente y es algo en lo que quiero que medites en este día:
¿Has ignorado que tu cuerpo es templo del Espíritu Santo? ¿Sabes quién vive en ti?
De hecho, tu cuerpo ya no te pertenece, pues Dios nos enseña que Él nos ha comprado, no con oro ni con plata sino con precio de sangre, Su sangre (1 Pedro 1:18-19).
Mostrándonos no solo el valor que tenemos para Él sino enseñándonos a quien pertenecemos o quién es nuestro Dueño.
Ahora eres de Él, le perteneces.
No obstante, aunque tenemos dicho conocimiento pareciera que aún somos ignorantes puesto que no vivimos de acuerdo a ello honrando a Dios con nuestro cuerpo.
Quizás te preguntes, ¿cómo puedo honrarlo con mi cuerpo? Bueno en respuesta a esta pregunta, debes saber que no solo puedes honrar a Dios al bendecir Su nombre con tus manos levantadas o con una adoración y alabanza de honra que salga de tus labios.
La honra a Dios con tu cuerpo va mucho más allá.
Hace tiempo, Dios me enseñaba que al cuidar nuestra alimentación lo honramos.
Al cuidar a nuestro cuerpo cuando enferma, lo honramos. Cuando dormimos bien, lo honramos. Cuando guardamos nuestro cuerpo en pureza y santidad huyendo de todo comportamiento inmoral, como la fornicación o la pornografía, lo honramos. Cuando evitamos el consumo de sustancias que son dañinas como alcohol, tabaco u otras drogas, lo honramos. Sabes, incluso hacer ejercicio para mantenerte saludable honra a Dios.
Quizás cuando hablamos de honra a Dios lo primero que viene a nuestra mente es algo de costumbre religiosa que ocurre dentro del lugar en el que nos congregamos, como: quitarse la gorra, portar corbata y saco, levantar las manos solo como costumbre, no sentarte durante el tiempo de adoración, postrarse ante el altar, por solo mencionar algunos ejemplos.
Sin embargo, la verdad es que la honra a Dios atraviesa las cuatro paredes de una congregación y debe estar presente en nuestro día a día, en todo, sea en la comida o bebida o en cualquier otra cosa que hagamos e incluso en nuestras relaciones con los demás.
Hace algunos años, durante mis estudios en la carrera de nutrición, desarrollé un problema de alimentación, si lo llamamos como es, lo llamaría trastorno alimenticio.
Me obsesioné con las cantidades y porciones, con las calorías y con mi peso. Recuerdo que, en aquel tiempo, me ofrecían algún dulce o galleta y me negaba a aceptarlas porque pensaba en las calorías extras que consumiría. Realicé mi propio “plan de alimentación” con la finalidad de perder peso aun cuando nunca en mi vida he presentado algún tipo de obesidad o sobrepeso. Sin embargo, el problema surgió cuando alguien a quien por mucho tiempo no veía, hizo un comentario acerca de mi peso, que penetró en mi corazón, en donde fue sembrado y por algún corto tiempo dio fruto llevándome a este trastorno, en donde me sentía con culpa, temor y vergüenza. Siendo honesta, también desarrollé algún tipo de conducta compensatoria, haciendo ejercicio en casa. Perdí algunos kilogramos. Recuerdo que cierto día, una persona no me reconoció, y en ese momento me asusté, ¿cómo no iba a saber quién era? No veía muchos cambios en mi o al menos no al grado que otras personas lo hacían, pero cuándo otras personas comenzaron a ver lo que yo no podía ver, el Espíritu Santo me comenzó a redargüir cada vez más.
Si me preguntas cómo es que salí de esa gran mentira, solo puedo decirte que fue por Su Espíritu Santo que ya vivía en mí. Fue Él el que me hizo libre. Siempre estuvo dándome convicción de mi pecado. Yo solía escuchar Su susurro hablando a mi interior diciéndome que no lo estaba honrando: "¿Has olvidado que ya no te perteneces?”. “¿Quién te ha dicho…?”. “¿Qué mentira has creído? ¿Has abandonado la verdad por la mentira?". Sentía que me encontraba escondida en culpa y vergüenza como Adán y Eva después de haber escuchado y creído las mentiras del diablo. Fue entonces cuando el Espíritu Santo me recordó la verdad que me hizo libre.
Conforme ha pasado el tiempo he conocido a muchísimas personas cristianas que enfrentan problemas alimenticios. Desconozco si tú estás atravesando por algún problema de desorden alimenticio, si tu relación con la comida es "tóxica" o si odias a tu cuerpo y no estás conforme con él. Sin embargo, mi deseo y oración a Dios es que te dé una convicción de pecado por medio de Su Espíritu quien ya vive en ti al haber creído en Cristo y te haga verdaderamente libre de toda mentira del enemigo que ha sido sembrada en tu corazón.
Tu cuerpo es valioso, Dios habita en ti, Él vive en ti. Cuando odias a tu cuerpo y lo menosprecias, menosprecias la obra de Dios e incluso a Dios quien vive en ti.
Piensa en lo siguiente:
¿Qué alimentos le darías a Jesús si estuviera físicamente contigo y fuera invitado a tu casa? Cuando Dios creó las frutas, las semillas, los granos y todo alimento, dentro de ellos puso nutrientes como los carbohidratos, grasas, proteínas, vitaminas, minerales y agua. Él nos ha provisto lo que necesita nuestro cuerpo. En Su Sabiduría, Él nos da alimento para que nuestro cuerpo haga todas sus funciones, tengamos vida, obtengamos energía y podamos caminar, hablar, abrazar, cantar, reír, llorar, correr, bailar, levantar nuestras manos para adorar y servir. Nuestro cuerpo es el instrumento que Dios ha decidido utilizar como una vasija de barro para depositar Su gloria en nosotros y los alimentos le dan la gasolina para echarlo a andar. La comida es tu gasolina, no tu enemiga.
Recuerda que eres Sus pies, Sus manos, Sus brazos y Su boca aquí en la Tierra.
Cuida tu cuerpo que es el lugar en el que habita su Espíritu y ámalo, pero nunca olvides que tu cuerpo no es Dios. Dios mora en tu cuerpo, pero tu cuerpo no es Dios. Ten cuidado de no hacer de tu cuerpo tu propio ídolo. No caigas en la vanidad, pero tampoco en el rechazo hacia tu propio cuerpo.
Por otro lado, es importante mencionar los ayunos. Cuando se presentan este tipo de trastornos, ten cuidado de ti mismo, no te engañes, recuerda que Dios conoce las intenciones de tu corazón, si tratas de engañarte a ti mismo haciéndote creer que estás “ayunando” para menguar tu carne, humillarte delante de Dios, buscar dirección, consejo o como una señal de arrepentimiento cuando en realidad la intención del corazón es perder peso o algún fin estético, el ayuno no tendrá ningún fin o propósito. No sería agradable a Dios y no serviría de nada.
ORACIÓN.
Padre, gracias por este tu cuerpo que tú creaste y que te pertenece, perdóname cuando he vivido ignorando que tú eres mi Dueño y que tu Espíritu vive en mí. Te pido que rompas con toda mentira que he creído, que sea refutada con tu verdad. Recuérdame quién soy para ti y mi valor todos los días. Recuérdame que soy aceptada/o por ti, que soy amada/o por ti. Recuérdame que soy una creación maravillosamente compleja/o, diseñada/o a tu imagen. Perdóname cuando te he menospreciado al menospreciar el cuerpo que me has dado, al criticarlo y no amarlo ni cuidarlo. Hoy confieso que no te he honrado con mi cuerpo porque he...__________________ (menciona personalmente el área en la que has fallado al no honrar a Dios con tu cuerpo) Gracias te doy por el cuerpo que me has dado, por mis manos, mis pies, por cada órgano y sistema, por cada célula; por sus funciones. Gracias por el alimento que me das, por sus nutrientes. Gracias porque con mi cuerpo me permites adorarte, servirte y honrarte.
Te pido que me permitas verme como tú me ves, como una obra bien hecha y perfecta ante ti. Sabiendo que ya soy amada/o por ti y aceptada/o por ti, no buscando la aprobación del hombre.
Ayúdame a brindarte honra con mi cuerpo, con todo lo que soy y me has dado. En tu nombre Jesús. Amén.
Honra a Dios con tu cuerpo: con tus labios, con tus manos, con tus pies, con tus manos, adóralo, alábalo, baila, ríe, canta, abraza, ama, consuela, ayuda, sirve, escucha, mantente en pureza y santidad, aléjate de las pasiones juveniles, ten gratitud por tu cuerpo y por todo lo que puede hacer.
Honra a Dios con tu cuerpo descansando, no lo castigues, no lo estreses, cuídalo, mantén una buena higiene.
Honra a Dios con tu cuerpo de todas las maneras posibles. De todas las maneras posibles dale la gloria a Dios.
Acerca de este Plan
¿Hemos reconocido la deshonra como pecado o lo hemos minimizado de tal forma que no lo consideramos pecado? ¿La deshonra se ha vuelto tan común que ha pasado desapercibida? ¿Cómo es vista la deshonra en lo cotidiano? En medio de una generación que ha olvidado el mandato de la honra que caracteriza el vivir del Reino, es necesario un despertar. Dios quiere traer un despertar a la honra.
More
Nos gustaría agradecer a Fátima Meza por proporcionar este plan. Para obtener más información, visite: https://linktr.ee/soyfatimaa