La Promesa del CieloMuestra

“Hoy estarás conmigo".

Aunque ninguno de nosotros tiene garantizado un mañana, la mayoría de las personas que leen esto probablemente vivirán muchos años más. Por lo tanto, es importante compartir que la última promesa dada por Cristo es la promesa de estar con Él. Así, recibir “La Promesa del Cielo” es recibir al mismo Jesús, quien dijo que la vida eterna es conocerlo a Él y a Su Padre (Juan 17:3).

Las palabras “conocerle” transmiten una relación con el Dios vivo. El apóstol Pedro, al expresar el propósito de la cruz de Cristo, escribió: “Porque también Cristo padeció una vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios…” (1 Pedro 3:18, RVR). Así, en la promesa del Señor está una relación personal con Él. Una relación que comenzará a marcar la diferencia en y para el resto de tu vida.

Esto no significa una vida libre de problemas, sin pruebas ni desafíos; Jesús nunca dio esa promesa. Por el contrario, les dijo a sus seguidores: “Les he dicho estas cosas para que en mí tengan paz. En el mundo tendrán aflicción; pero confíen, yo he vencido al mundo” (Juan 16:33, NVI). Así que, sea cual sea el desafío, podemos estar seguros de Su amor, presencia, propósito y fortaleza en todas las circunstancias.

A través de Jesús, comenzamos a descubrir más sobre el Dios Padre que nos creó y Su diseño para cada área de la vida. Comenzamos a aprender sobre el propósito por el cual nos hizo y las obras que nos creó para hacer (Efesios 2:10). Actos de amor y servicio diseñados para ayudar a otros y dar gloria a Dios.

Para el criminal, la promesa del Señor sobre el paraíso comenzaría ese día. Eventualmente, en un tiempo determinado por Dios (Salmo 139:16), cada seguidor de Jesús estará con Él en el cielo. Hasta entonces, es importante entender que la parte inicial de la promesa es “hoy estarás conmigo#. Esto comienza en el momento en que recibimos a Cristo por fe. Jesús prometió: “Si alguno me ama, guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él” (Juan 14:23, RVR). Y aunque un hogar en el cielo nos espera, nuestro corazón se convierte en el hogar de Cristo en el momento en que creemos.