Cuando Todo Parece PerdidoMuestra

Primero hacia abajo.

Ahora que sabemos que una semilla se entierra y luego muere para poder convertirse en algo mayor, quiero contarte otro secreto: las semillas se rompen y, a través de sus grietas, sale lo más importante de una planta: ¡Su raíz!

No sé si soy la única persona en el mundo que olvidó sus clases de ciencias naturales en el colegio JAJAJAJA, pero en mi mente, siempre pensé que una semilla crecía solo hacia arriba. Pues no, amigos, las semillas crecen primero hacia abajo creando raíces que tienen dos funciones: absorber agua y sostener la planta.

Imagina que nuestras raíces son como nuestras vidas espirituales. Así como las raíces absorben agua para que la planta crezca, nosotros también necesitamos "agua viva", que es lo que el Espíritu Santo representa.

Esa agua viva es como tener una buena conexión con el Espíritu, y eso significa hablar con Él todos los días, ya sea orando, meditando o leyendo la Biblia. Si no lo hacemos, es como si una planta se quedara sin agua: no crece ni florece.

Así que, para crecer en nuestra fe y ser la mejor versión de nosotros mismos, necesitamos mantener esa relación constante con el Espíritu Santo. Es como tener un amigo que siempre te apoya y te guía, y eso es clave para estar bien y brillar.

Sigamos analizando la vida de Job. A pesar de su inmenso sufrimiento, él mantenía una relación constante con Dios. En Job 13:15, dice: “Aunque Él me mate, en Él esperaré; defenderé mis caminos ante su rostro". Esto muestra que, aunque Job se quejaba y expresaba su dolor, nunca dejó de confiar en Dios ni de buscarlo.

Tener una relación REAL, o mejor aún, una "REALción" con el Espíritu Santo, no significa que siempre estaremos perfectos. Significa que, al igual que Job, David, Jesús y muchos otros personajes de la Biblia, podemos expresar lo que sentimos, porque eso agrada al Señor.

Ahora, si las raíces ayudan a sostener la planta, te aseguro que esta relación constante con el Espíritu Santo nos ayudará a no desfallecer en medio de las tormentas.

Entonces, ¿cómo sería la práctica?

Ayer oramos para que Jesús nos revelara a qué cosas debemos morir para que Él sea nuestro centro. El siguiente paso es tomar la decisión de incluir al Espíritu Santo en todo lo que hagamos. Sí, ¡en todo! desde que te despiertas hasta que te duermes de nuevo. Esto hará que “absorbas” más y más de su presencia y que tengas raíces fuertes y cimentadas en Dios. Te invito a que a partir hoy en cada momento seas consciente de la presencia del Espíritu Santo y puedas incluirlo en todo lo que hagas, ¡verás la diferencia cuando lo conviertas en tu mejor amigo!