Sé Libre De La IraMuestra
Tu enojo daña a otros, pero gracias a Cristo existe el perdón y la reconciliación todos los días.
Como todo pecado, el enojo no solo me causa dolor a mí, también daña a otros. En este momento, no pienses en los que actuaron con enojo hacia ti, quiero darte un ejemplo y, aunque no seas casada o no tengas niños, piensa en las motivaciones que hay en tu corazón para responder con enojo hacia otros o hacia Dios.
Ahora, imagina que llegas a casa después de un día muy cansado, (de hecho, has tenido una semana cansada, sin tiempo para orar o leer la Biblia). Por tanto, lo único que deseas es descansar y aunque tu mamá ha cuidado de tus hijos por el día, al abrir la puerta, ves a tus hijos saltando de sillón en sillón como si fueran las 9 de la mañana y estuvieran participando en un show de baile y habilidades acrobáticas.
Entonces, tu respuesta es gritar diciéndoles: «¡Bájense del sillón! ¿Por qué no están acostados? Fui clara en el horario, ¡vengo cansada y no tengo tiempo para esto! ¡¿Es que nadie me considera?! ¡Váyanse a acostar ahora mismo o ya saben lo que les espera! Están castigados. Nada de “pero mamá”. ¡Qué barbaridad! ¡Son unos malcriados y malagradecidos! ¡No los quiero ver… a acostarse!».
Toma un momento para pensar en este escenario: sí, es cierto que estás cansada; quizá piensas o has creído que mereces paz; solo quieres sentirte bien y descansar (¡es normal!), son ellos los que truncan tu descanso. Incluso puedes pensar: no debí tener hijos.
Pero, ¿qué dice todo esto acerca de tu actitud? Yo merezco; yo tengo derecho; yo exijo. Ni te tomaste el tiempo de preguntar qué pasó. Aun si tu mamá se equivocó o decidió jugar más con ellos, ¿vale la pena pecar? Es entonces cuando recurres al Espíritu Santo para recordar a Jesús resucitado que da vida. Aléjate para orar en vez de solo reaccionar. Confiesa que tu forma de responder no fue la mejor. Tu ministerio más importante es tu familia y los has herido con tus palabras. Las cosas no se arreglan con más pecado, por el contrario, te arrepientes y pides perdón. Te acercas a tus hijos, les recuerdas las reglas y les das un beso. Luego hablas con tu mamá y le pides perdón y le agradeces por cuidar a tus hijos. Pregunta «¿qué pasó?» antes de solamente explotar por el cansancio. Así como tú no justificas que alguien te haga daño por cómo te sientes, ¿qué haces tú?: vas a Cristo, que aun cuando pecas, te ama; trae verdad a tu corazón, sé humilde e imita a Cristo.
- Aprende: Lee Deuteronomio 5:28-29, ¿cuál es el resultado de un corazón que agrada a Dios?
Lee Santiago 1:19-21 y responde, ¿por qué crees que la ira no obra la justicia de Dios? - Vive: Examina tu corazón y responde: ¿Qué daño causa tu enojo?
Lee Santiago 4:1-6: ¿De dónde vienen los conflictos? ¿Qué es lo que pides en vez de pedir a Dios lo que conviene? ¿Pides paz en lugar de fortaleza? ¿Qué estás deseando que no se conforma a tu realidad?
Pide a Dios que te dé humildad para cada día desechar las demandas que conducen a tu enojo. - Lidera: Lee con una amiga o grupo de mujeres Efesios 4:21-24 y conversen sobre cómo nuestra nueva vida en Cristo puede cambiar nuestra respuesta al enojo que experimentamos.
Oración
Amado Padre, gracias porque tu Palabra es verdad y es suficiente para esclarecer nuestro corazón. Gracias porque tu Palabra nos santifica y nos revela nuestras motivaciones. Perdónanos porque muchas veces nuestro enojo es causado por malas decisiones o porque hemos priorizado otras cosas. Gracias porque a través de nuestro enojo nos revelas ídolos y podemos entregarlos a ti. Recuérdanos a quién debemos pedir perdón por las veces que hemos dañado a otros y gracias por perdonarnos. En Cristo. Amén.
Escrituras
Acerca de este Plan
La ira no obra a la justicia de Dios, pero la justicia de Cristo obra para que dejes el enojo.
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Nos gustaría agradecer a Reformadas por proporcionar este plan. Para obtener más información, visite: reformadas.com