Dios también restaura lo roto

Uno de los momentos más conmovedores del evangelio es el encuentro de Jesús resucitado con Pedro. Después de haberle fallado de forma tan dolorosa, Pedro vuelve a ver a su Maestro. La escena no está llena de reproches, sino de gracia. Jesús no ignora la caída de Pedro, pero tampoco lo define por su error. En lugar de cancelar a su discípulo, lo restaura.

Eso nos dice mucho sobre el corazón de Dios. Él no descarta a los que caen, sino que los busca. No para simplemente consolarlos, sino para restaurarlos y darles un nuevo propósito. A Pedro no solo lo perdona, también lo envía. Jesús vuelve a confiarle una misión: “Apacienta mis ovejas”.

Restaurar no significa volver al punto de partida, sino seguir adelante con más humildad, profundidad y dependencia de Dios. El fracaso, cuando se entrega en manos de Jesús, puede convertirse en un punto de inflexión en tu historia. Dios no solo sana tu herida, la transforma.

Elige lo mejor:

No te estanques en tu error ni en tu culpa. Permite que el perdón de Dios te restaure y te devuelva al camino con un nuevo enfoque.

Desafío para el día:

Tómate unos minutos para orar con honestidad. Si hay algo que has estado ocultando o evitando por vergüenza, preséntaselo hoy a Dios. Él no solo quiere perdonarte, quiere renovarte y usarte.