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Mi próximo paso

DAY 3 OF 5

Dejar el pecado

El segundo hábito que nos lleva a ser más como Cristo es el de reconocer y dejar nuestro pecado. Es la disciplina de analizar nuestra vida continuamente para poder ver el pecado que está en nuestro carácter, y luchar contra este pecado para poder dejarlo.

Pecados persistentes

La definición bíblica del pecado es «desobedecer a Dios». Es hacer algo que Dios ha prohibido, o no hacer algo que Dios ha pedido que hagamos. Todos tenemos pecados persistentes, los que repetimos habitualmente y que son parte de lo que somos.

Toda desobediencia a Dios es rebeldía contra Él, y es una gran ofensa contra nuestro Creador. Pero nuestros pecados persistentes son extremadamente peligrosos.

Idea grande: nuestro pecado crece y nos cambia

Nuestro pecado persistente empieza pequeño; al principio es algo que justificamos. Pero la desobediencia a Dios siempre crece en nosotros. Y no sólo crece, nuestro pecado nos cambia también. 

  • Empieza por engañarnos. El pecado que antes nunca hubiéramos imaginado, ahora es rutinario. 
  • También nos endurece. Ya no nos molesta como antes. Nuestra conciencia se endurece más y más. 
  • Y nos esclaviza. El pecado que escogimos tolerar en nuestra vida se convierte en nuestro amo. 

El pecado persistente es peligrosísimo, porque al enraizarse en nuestra vida nos transforma. Nos hace ser menos como Jesús y nos aleja de Dios. Dejar de seguir a Cristo es un proceso de deslizarnos gradualmente. Nuestro pecado persistente nos lleva paso a paso por este camino de alejarnos de Dios. Aparta nuestro corazón de nuestro Señor.

Cómo combatir el pecado persistente

Si el pecado persistente es tan peligroso en nuestro caminar con Dios, debemos aprender a combatirlo en nuestra vida. Dios nos da un plan de batalla que nos equipa para este combate. El plan tiene dos partes: 

  1. Identificar nuestro pecado persistente del día inspeccionando nuestra vida (comparándola con la Palabra de Dios y escuchando la dirección del Espíritu Santo).
  2. Luchar para eliminar este pecado de nuestra vida. Luchamos con el poder del Espíritu Santo, Quien nos puede dar la victoria. Luchamos por seguir su dirección y hacer morir nuestra carne. Luchamos por creer en la victoria que Dios da a sus hijos sobre su carne. Luchamos por confiar en la promesa del Evangelio: que no hay condenación para los que están en Cristo Jesús.

Este proceso de identificar y luchar contra nuestro pecado persistente nunca termina. Al eliminar un pecado persistente de nuestra vida siempre podemos identificar a otro que tenemos que eliminar.

Más como Jesús

Al luchar contra nuestra rebeldía y desobediencia llegamos a ser más y más como Cristo, el único hombre que vivió en perfecta obediencia al Padre.

¿Cuál es tu próximo paso para eliminar tu pecado persistente?

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