Cómo leer el ApocalipsisSample

Continúa la visión ante el trono celestial. Pero ahora la atención se dirige hacia «un libro escrito por dentro y por fuera, sellado con siete sellos». Puesto que el número siete es señal de plenitud y perfección, el número de sellos en este libro es indicio de que contiene toda la historia de los designios de Dios.

Juan mira y, ¿qué ve? Que «en medio de los ancianos estaba en pie un Cordero como inmolado». ¡El León de Judá es un Cordero! ¡Y un Cordero inmolado! Los lectores de hoy, que posiblemente hayamos leído o escuchado este pasaje varias veces, no vemos lo sorprendente de lo que Juan está diciendo. El León es un Cordero muerto. El gran poder de Dios se manifiesta en la aparente debilidad de un cordero que estuvo muerto. En el centro mismo de la victoria de Dios, por encima de todo lo demás que podamos leer en el Apocalipsis, está esta victoria en la que se combinan la debilidad de la cruz y el poder de la resurrección.

El cordero tiene siete cuernos y siete ojos. Si lo tomamos literalmente, nos imaginaremos un cordero deforme y hasta monstruoso. Para Juan y sus lectores, el cuerno era símbolo de poder, y por tanto los siete cuernos son una imagen para expresar la plenitud del poder del Cordero. Los ojos eran símbolo de sabiduría, y por tanto los siete ojos afirman la sabiduría absoluta de este Cordero inmolado que es también León de Judá.

Con el empleo de estas imágenes se está preparando el camino para la afirmación central de todo el capítulo: que el Cordero es digno de adoración de igual modo que lo es el que está sentado en el trono. El Cordero toma el libro directamente de la mano del que está en el trono. Luego, si lo que está en el libro es el plan de Dios para la creación, ese plan está ahora en manos del Cordero.

El himno de los cuatro seres vivientes y los 24 ancianos declara que el Cordero es digno porque fue inmolado y porque con su sangre ha redimido a los santos «de todo linaje, lengua, pueblo y nación». Y no solo eso, sino que los ha hecho un pueblo de «reyes y sacerdotes». Esta es una referencia al cordero que fue muerto en Egipto para que con su sangre se marcaran las puertas de los hijos de Israel, de modo que el ángel destructor no entrara a sus casas y matara a sus primogénitos (Ex 12:1-13).