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Redimidos, Elegidos e HerederosSample

Redimidos, Elegidos e Herederos

DAY 7 OF 7

La responsabilidad de la Iglesia en la misión de Dios

La Iglesia no fue dejada sola para cumplir con la misión de Dios. Antes de ascender al cielo, Jesús prometió el poder del Espíritu Santo. La palabra griega para poder, dýnamis, se refiere a la fuerza sobrenatural que capacita a los creyentes para vivir la vida cristiana y testificar con valentía. Este poder no es algo que poseemos por nosotros mismos, sino que es el propio Espíritu de Dios actuando en nosotros y a través de nosotros.

Nuestra responsabilidad como Iglesia es ser testigos (en griego, mártyres) de Jesús. Ser testigo no significa solo proclamar el mensaje de Cristo, sino vivir una vida que refleje Su verdad y amor. La palabra mártyres también está asociada con la idea de sacrificio, lo que sugiere que, en muchos casos, dar testimonio de Cristo conlleva dificultades, persecuciones e incluso el martirio.

La misión de la Iglesia comienza localmente, en Jerusalén, y se extiende hasta los confines de la tierra (en griego, eschatos), abarcando todo el mundo. Esto significa que estamos llamados a comenzar donde estamos, pero sin perder de vista la amplitud global de la misión. El evangelio de Jesús debe alcanzar a todas las naciones, lenguas y culturas. Este mandato es continuo, y el Espíritu Santo es quien nos capacita para cumplir con esta tarea.

Por lo tanto, la responsabilidad de la Iglesia es ser un testigo vivo del evangelio, en palabra y en acción. El poder del Espíritu Santo nos hace capaces de predicar, servir y difundir el Reino de Dios hasta que Cristo regrese. Estamos llamados a participar activamente en la misión divina, llevando el amor de Dios a todos los rincones de la tierra y viviendo con fidelidad hasta el final.

Scripture

Day 6

About this Plan

Redimidos, Elegidos e Herederos

La misión de Dios es la expresión de Su propósito eterno para la creación, especialmente para la humanidad. Desde la caída del hombre, Dios ha trabajado en la historia para redimir y restaurar la relación rota entre Él y la humanidad. La misión de Dios, o Missio Dei, se centra en devolver todas las cosas a la armonía con Su voluntad, y la Iglesia está llamada a ser la principal heredera y colaboradora en esta misión divina.

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