Libre en Cristo Muestra

¿Qué es libertad?

En un sentido amplio, el concepto de libertad puede considerarse en tres aspectos diferentes o bien podríamos decir tres tipos de libertad. 

En primer lugar la libertad física, cuya falta nos limita en la movilización de nuestros cuerpos a voluntad, restringiéndonos a un ambiente cerrado, por ejemplo, como estar en una cárcel. La solución para tal situación es externa a la persona y tiene que ver con cosas materiales. 

En segundo lugar podemos pensar en la libertad mental para llegar a hacer algo que se nos propone. Las rejas están en nuestra mente. Podemos tener la libertad física para cruzar una avenida peligrosa, pero no la mental que nos atemoriza e impide que movamos nuestros pies.

En tercer lugar debemos considerar la libertad espiritual, que nos permite ir más allá de las cosas que ven o sienten la mayoría. Esta es la libertad de la que el apóstol Pablo escribió a los Corintios.

¿Qué es la libertad espiritual? Es aquella que va en contra de mi incapacidad para entender las verdades espirituales. Es la que no tengo por naturaleza y por eso hasta que Cristo no sea mi Salvador, no puedo entender las cosas de Dios. Trataremos, principalmente de esta libertad espiritual, la necesaria para hacer lo que debemos. Pensaremos en lo que fue esencial hacer para que la liberación llegue a ser un hecho consumado. 

¿Qué motivó la obra de liberación? ¿A quién se le ocurrió? ¿De quién fue la idea de la liberación? Seguramente de alguien que vio la necesidad que teníamos y el triste estado de la humanidad. Tuvo que ser uno, que no sólo se conduele por el dolor de otro, sino que además tiene el poder para transformar la situación. La obra de liberación, tiene una motivación celestial, no nació en la mente humana, sino en la divina. Es un deseo ferviente en el corazón de Dios, que incluye un plan bien organizado. 

El Padre daría a su Hijo por amor a las personas. El Hijo, Jesucristo, vendría al mundo, para vivir una vida perfecta, sin pecado y morir una muerte perfecta, en lugar de cada uno de los hombres pecadores. El Espíritu Santo habría de convencer de pecado, de justicia y de juicio al hombre, iluminándolo, para que acepte por la fe la salvación en Cristo.