Libre en Cristo Muestra

¿Libres para qué?

¿Cuál es la perfecta ley? La de la libertad. ¿Qué otra ley conoces? Pues la ley escrita, la que había que cumplir para satisfacer a Dios. Aquella ley se basaba en el esfuerzo humano, en las obras y siempre arrojaba un signo negativo, por eso siempre era necesaria la muerte de un cordero en sacrificio por el pecado personal. De esa ley «imposible» de cumplir, que evidencia el pecado, es de la que hemos sido librados en Cristo. La ley de la libertad es la de la gracia de Dios y es perfecta porque siempre nos deja un saldo positivo, la vida eterna en Cristo. 

Reconocer de qué somos libres nos hace pensar en el pasado, en lo que nos sujetaba, en la cárcel, pero esta liberación no puede ser una obra vana, tiene que tener un motivo. ¿Para qué somos libres? ¿Qué espera el Señor de nosotros sus hijos? ¿Qué haremos con esta libertad? Bueno, podríamos volver a la jaula a la que estamos tan acostumbrados o aventurarnos en este nuevo espacio.

«Mas ahora que son libres del pecado y siervos de Dios, su fruto es la santificación, y como fin, la vida eterna». Ahora que puedo servir a Dios, ahora que he decidido hacerlo, me encuentro con la sorpresa de un fruto inesperado, la santificación. Sin darme cuenta cómo, ocurre algo imposible, me parezco cada vez más a Cristo. Tal vez, algunos de tu propia familia, llegaron a decir, es imposible que este cambie, no tiene remedio, pero ahora te ven cómo estás tan cambiado por Cristo, quien hizo posible lo que ningún otro pudo. 

«Estén firmes en la libertad con que Cristo les hizo libres, y no estén sujetos a esclavitud». Porque el mandato es para permanecer firmes en la libertad, no para dar un paseo ocasional, Cristo no te hizo libre para eso. ¡Qué pena tan grande que tu propia libertad, lograda con la sangre de Cristo, sea voluntariamente menospreciada, volviendo al yugo de la esclavitud! 

Hay que servir por amor «porque fueron llamados a libertad; pero no la usen como ocasión para la carne, sino sirvan por amor a los otros». Fuimos llamados a libertad, es decir, que Dios nos invita a disfrutarla, pero al hacerlo nos advierte sobre el peligro de usar mal lo que Él nos dio. No es tener licencia para la carne, para hacer lo que se me ocurra, no es para satisfacer mis deseos carnales que batallan contra el alma, no, para eso no me la dio el Señor. Pero sí para servir por amor a mis hermanos, sirviendo a Cristo de esta manera.

«Jamás seremos felices, si nuestra felicidad depende de nuestra libertad. La libertad es el derecho que tiene cada uno, de escoger su propia esclavitud». Iván Guirior.