Crezcamos en fe, amor y santidad Muestra
Crecimiento en santidad
La santidad es tanto un don como una tarea. Como un don de la gracia de Dios, es la posición que se nos otorga en Cristo para ser vistos santos y sin culpa delante del Padre. Como tarea, es la obra santificadora del Espíritu de Cristo en la vida del creyente para perfeccionar la obra iniciada en él, pero el creyente participa mediante la obediencia a la verdad, pero no en sus fuerzas, sino por el poder del Espíritu Santo,
La santidad, es la característica de todo renacido que expresa una conducta irreprochable y para quien no hay acusación alguna. Esto deja al enemigo sin base para la crítica. La voluntad de Dios para cada creyente, es una santidad como la de Cristo. Esta vida santa es posible porque los creyentes han sido aceptados plenamente y han sido perdonados por la vida y obra de Jesús y la presencia del Espíritu Santo en sus mentes y corazones. Esto establece una situación paradójica al decir que somos santos porque Cristo nos ha dado la santidad, pero simultáneamente, somos llamados a ser santos, por la presencia del Espíritu en el proceso santificador.
Los creyentes somos santos porque tenemos en nuestras vidas la realidad de la voluntad del Santo, el Padre; la labor del Hijo Santo, Jesucristo; y la presencia del Espíritu Santo. El Señor Jesús ha tomado sobre sí todas las necesidades de su iglesia; no solo nos ha librado con su muerte de la culpa de nuestros pecados, sino que también al poner en nuestros corazones el Espíritu Santo, nos ha librado del dominio del pecado. No solo nos salva, sino que también nos santifica. Él no solo es nuestra justificación, sino también nuestra santificación.
Cristo «se dio a sí mismo para redimirnos de toda iniquidad y purificar para sí a un pueblo propio, celoso de buenas obras»… «Quien llevó Él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia…», «ahora Cristo os ha reconciliado en su cuerpo de carne por medio de la muerte, para presentaros santos y sin mancha e irreprensibles delante de Él».
Cristo tomó sobre sí, además de la justificación, la santificación de su pueblo. Ambas cosas ya estaban previstas y ordenadas en aquel «pacto eterno» del que Cristo es el mediador. Igualmente la Escritura nos habla de Cristo como el que «santifica» y de su pueblo como «los que son santificados».
Acerca de este Plan
El amor de Dios, nos mueve a vivir para Dios. El que ama a Dios, se refugia en Dios en tiempos de necesidad. Es el amor a Dios, una virtud que dispone nuestro corazón para deleitarse en el hecho de que Dios sea glorificado. Queremos ver su crecimiento en la fe, en el amor y en la santidad, para que el nombre de Dios sea glorificado y el reino de Dios sea manifestado con poder.
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Nos gustaría agradecer a Basilio Patiño en colaboración con El Centro Network por facilitarnos este plan. Para obtener más información, por favor visítenos en: www.redrema.org www.elcentronetwork.com