Cuando Jugamos Con Fuego: 7 Dias De Plan DevocionalMuestra

Pablo dejó algo muy claro: la lucha más profunda a la que nos enfrentamos en la vida no es contra los que nos rodean; es contra el mal, las fuerzas diabólicas e indeseables que la Biblia nos dice que buscan destruirnos (Efesios 6:12).

Es una batalla contra el diablo. Se nos dice que merodea como un león, maquinando para atraparnos, tentarnos, engañarnos y utilizar otros medios para separarnos del Señor. Aunque no podemos ver típicamente la manifestación física de esto, podemos ver su influencia en una cultura que está siendo lentamente envuelta en la confusión moral y la oscuridad.

Desde los mensajes en nuestros medios de comunicación y en todo Hollywood hasta el alejamiento general de la nación de Dios y hacia el secularismo, parece que el «príncipe de este mundo» ha avanzado más en la búsqueda de canales a través de los cuales puede afectar a los seres humanos. 

Pero la esperanza aún abunda. La Biblia nos cuenta la conclusión de la historia, y no es una en la que Satanás salga victorioso. Sin embargo, eso no significa que no haya una batalla.

Cada uno de nosotros está llamado a las armas espirituales, y se nos dice que no debemos distraernos con las batallas materiales que tenemos ante nosotros (Efesios 6 NTV). Primero debemos reconocer que el mal existe, que nuestra principal lucha es contra «fuerzas poderosas de este mundo tenebroso y contra espíritus malignos de los lugares celestiales», y que debemos armarnos con la verdad. 

Al final, tenemos una profunda esperanza. Tómate un tiempo para pensar y orar sobre Efesios 6:12: «Pues no luchamos contra enemigos de carne y hueso, sino contra gobernadores malignos y autoridades del mundo invisible, contra fuerzas poderosas de este mundo tenebroso y contra espíritus malignos de los lugares celestiales».

Los versículos de Efesios 6 que siguen proporcionan todo lo que necesitamos saber sobre cómo protegernos a nosotros mismos, a nuestras familias y a nuestros seres queridos. Es un remedio sencillo, pero se requiere toda una vida de devoción a sus méritos. 

Una vida de fe es la búsqueda más poderosa y satisfactoria en la que podemos embarcarnos.