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¡Moléstanos, Señor!

DÍA 1 DE 5

La complacencia: un enemigo letal

Los golpes en la puerta hicieron retumbar la casa entera justo antes de que los pies de un soldado impaciente la pateara desde las bisagras. Pedro estaba todavía en la cama cuando los guardias lo agarraron y lo lanzaron a las polvorientas calles de Jerusalén donde estaba esperando una camioneta de la prisión. El sumo sacerdote había ejercido su poder político, y había ordenado que los discípulos de Jesús fueran apresados como criminales comunes para ser encarcelados en una cárcel común. Pero la noche traería con ella un milagro extraordinario. Hechos 5:19 dice: “Mas un ángel del Señor, abriendo de noche las puertas de la cárcel y sacándolos”. ¡Qué liberación y testimonio tan gloriosos! Dios había demostrado su poder una vez más, y estos primeros seguidores de Cristo debieron haberse sentido invencibles.

Creo que lo que sucedió después es típico de la naturaleza humana. Parecía que, en medio de grandes victorias, una nube de complacencia había nublado algunos de los sentidos espirituales de los creyentes. En Hechos 12 leemos que la persecución contra la iglesia continuó, pero esta vez fue Herodes quien inició el arresto, y en lugar de agarrar a todos los apóstoles a la misma vez, comenzó con Jacobo, el hermano de Juan. Todos suponían que Jacobo estaría bien. Después de todo, Dios había liberado a los apóstoles de la cárcel una vez anteriormente, y con toda seguridad volvería a hacerlo… ¿o no? No leemos de ninguna reunión de oración, ninguna vigilia, y ninguna intercesión. Todo iba bien y nadie estaba preocupado, hasta que la iglesia quedó devastada por las horribles noticias: Jacobo fue ejecutado a manos del gobernador malvado. La complacencia está entre los enemigos más peligrosos del creyente, porque es muy fácil caer en ella y muy difícil detectarla en nuestras propias vidas antes de que seamos despertados bruscamente.

Día 2

Acerca de este Plan

¡Moléstanos, Señor!

El descontento que nace del cielo es crucial para quienes desean entrar en una colaboración divina con Dios y sus propósitos uniéndose a la revolución de la oración. Comienza con los discípulos, incluidos usted y yo, sentados a los pies de Jesús en la escuela de la oración. Comienza con una sencilla petición: “¡Señor, enséñanos a orar!”.

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Nos gustaría agradecer a CfaN Christ For All Nations por proporcionar este plan. Para obtener más información, visite: http://www.cfanlatino.org/