Hacia Lo DesconocidoMuestra

Un agnóstico tiene un encuentro con Dios

Peter Vandenberg había rechazado el cristianismo. Nacido en 1947 en Zimbabue, en una familia que asistía fielmente a la iglesia, le parecía que el mensaje cristiano estaba lleno de huecos. Aunque sus padres estaban involucrados prácticamente en todas las facetas del ministerio eclesial, Peter se convirtió en un anti-evangelista con un interés personal.

Al entrar en la edad adulta temprana, Peter, haciendo uso de un agnosticismo cuidadosamente empaquetado, ya estaba empezando a tomar las riendas del exitoso negocio familiar. Dirigía el Matthews Garage junto a su padre, y disfrutando de las carreras de autos y de muchos amigos con los que beber los fines de semana, Peter sentía que no tenía ninguna necesidad de Dios, incluso si Él existiera.

En su 21 cumpleaños, Peter recibió por sorpresa la visita de una joven sudafricana a la que él describió como un “ejemplo de belleza e intelecto”. Rápidamente desarrolló una amistad con Evangeline Raper, pero ella estaba muy preocupada por la falta de fe de Peter y oraba fervientemente por su salvación. El día que ella le pidió que asistiera a una iglesia cerca de su casa para apoyar a una pareja de ministros amigos suyos que estaban de visita, él no tuvo reparo alguno en complacer a su nueva novia.

Peter entró en la iglesia y escuchaba obedientemente mientras Jannie Pretorius se adentraba en su sermón. Haciendo huecos filosóficos mentalmente en el sermón mientras escuchaba, Peter no se sorprendió cuando el mensaje dio un giro evangelístico. Pero, cuando el sermón terminó, el predicador sencillamente no renunció a hacer una invitación.

“No voy a concluir este llamado al altar. Usted tiene que pasar al frente…”, perseveraban las palabras del pastor Jannie. “Reciba a Jesús como su Señor y Salvador”. Peter se removía nerviosamente en su asiento; algo dentro de él le decía “¡Ve y hazlo!”. Finalmente, no pudo resistirse más; se puso en pie, fue directamente hasta el frente, se arrodilló en el altar, y comenzó a llorar. Aquella noche, algo cambió fundamentalmente dentro de él que su filosofía no podía explicar. Un agnóstico había conocido a Dios.