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Aprender a volar

Volar siempre ha sido la afición favorita de Peter Vandenberg. En sus propias palabras: “Cualquiera que me conozca por más de cinco minutos sabrá que me encanta volar. Volar en cualquier cosa ha sido la pasión permanente de mi vida, una afición que me hace sentir que estoy directamente en contacto con Dios y con el precioso mundo que Él ha creado para nosotros. Es una pasión que ha llegado hasta mi ministerio de diversas maneras”.

Él recuerda su primer despegue del suelo, pilotando un ala delta en 1979 en el centro de vuelo South Wales Hang Gliding. Comenzó con un curso de cinco días sobre la teoría técnica y la aerodinámica, cómo ensamblar y desmontar la máquina, y después dirigirla. Al cuarto día, llegó el momento de volar.

Peter recuerda la experiencia: “… Al correr, sentí que el aladelta se transformaba de ser una construcción sin vida de caños de aluminio y tela Dacron a ser una criatura moviéndose con vida que comenzaba a tirar de las correas de mi arnés… Mi aladelta había cobrado vida, y sentí que el insistente tirón de mi arnés ganaba la batalla sobre la gravedad mientras me elevaba hacia el aire y el suelo quedaba muy por debajo. Estaba en el aire. ¡Funcionó!

No pude evitar pensar que ese primer vuelo de altura fue muy similar en muchos aspectos a un ‘salto de fe’, del cual ya habíamos hecho muchos. Este era el tiempo extra de aprender por qué y cómo un aladelta podía llevarte por el aire. Había instrucciones sobre cómo hacerlo correctamente con ejemplos de otros que ya lo habían hecho. Y, lo mejor de todo, habíamos sido testigos de otros vuelos libres sobre nuestras cabezas, surcando y planeando por el aire.

Había sido igual con nuestra búsqueda del llamado de Dios y la fe para apoderarnos de él”.